lunes, 1 de julio de 2013

turismo en el quequén salado

la voz del pueblo - 01/07/2013
Un río que se las trae
 
El Quequén Salado acuna historia, paisajes dignos de ser contemplados y escenarios ideales para los amantes del turismo aventura. Un imaginario paseo por el curso de agua para muchos desconocido

El disparador para descubrirlo puede ser «Bandidos Rurales», la canción de León Gieco que menciona al famoso cuatrero apodado «El Tigre del Quequén».
O un libro de historia en el capítulo que desarrolla la revolución de 1955 y el derrocamiento de Juan Domingo Perón. O uno de geografía en el que se destaquen las curiosas bondades que puede tener un río de llanura, como una cascada de siete metros de alto, imponentes barrancas y tramos torrentosos.
Pero también la referencia puede surgir a partir del estudio del desarrollo económico que tuvo el sur bonaerense allá por 1900. O de la transmisión oral de alguna de las historias que acunó a través de los años en sus 135 kilómetros de extensión. O de los amantes de la pesca.
Todo este interesante y variado menú lo ofrece el río Quequén Salado (también llamado Mulpunleufú), uno de los más importantes de la provincia de Buenos Aires. El río nace en el partido de Adolfo Gonzales Chaves y en su recorrido hasta el mar es aprovechado para dividir los partidos de Coronel Pringles y Tres Arroyos, en su curso superior, y Coronel Dorrego con Tres Arroyos, en su curso medio e inferior, en el sur bonaerense. Y es en estos dos últimos tramos donde el Quequén Salado regala sus mayores atracciones que mezclan historia y propuestas de turismo alternativo.

La Rosa del Sud
Realizando una caminata imaginaria por sus orillas de norte a sur, lo primero que uno encuentra son las ruinas del molino harinero La Rosa del Sud, uno de los varios emprendimientos industriales que se desarrollaron en el río entre fines de 1800 y principios de 1900. Estaba emplazado a 2000 metros de la ruta nacional 3 y fue inaugurado el 15 de mayo de 1892. Su ubicación no fue al azar, ya que utilizaba como fuerza motriz el agua que corría por ese cauce.
El establecimiento fue montado con todos los adelantos de la actividad molinera de aquella época, y llegó a elaborar 90 bolsas de harina por día.
El edificio del molino tenía 25 metros de largo, por 12 de ancho y 16 de alto, en dos plantas; y un depósito de casi las mismas dimensiones. Hoy todavía están en pie las dos torres de los molinos distantes 130 metros entre sí, los canales, algunas paredes de las instalaciones, corrales, compuertas, puentes, y en el cauce del río restos de las dos represas que servían para nivelar el nivel del agua.
Siguiendo el curso del río hacia su desembocadura, tras pasar el molino harinero se ubica el puente más importante que lo cruza: el del kilómetro 532 de la ruta 3. Y este paso, inaugurado en agosto de 1959, tiene reservado un capítulo en la historia moderna argentina: en el mismo lugar existía otro puente, totalmente metálico, que fue dinamitado y derribado por los militares que derrocaron a Juan Domingo Perón en septiembre de 1955. Los golpistas derribaron la construcción para evitar que las tropas leales puedan movilizarse de sur a norte a favor del entonces presidente electo.
Ya en el curso inferior y en cercanías de Oriente, existen hoy otros dos puentes. Uno es el Puente Nuevo (su obra comenzó en 1962), que posee una moderna construcción de hormigón, en forma de arco en el que se apoyan 15 columnas que sostienen una losa de 60 metros por nueve de ancho. Fue famoso en la época de su levantamiento por la originalidad del diseño: los diarios de aquellos días indican que era único en Sudamérica.
Debido al progresivo desarrollo económico de la región y a la necesidad de obtener mayor velocidad en las comunicaciones, con el correr de los años se edificaron más de diez puentes (algunos ferroviarios y la mayoría carreteros), construcciones que en algunos casos se conservan físicamente y, en otros, sólo están en la memoria oral o fotográfica de los habitantes de la zona.
Uno de los lugares elegidos por los habitantes de las ciudades de Oriente (partido de Coronel Dorrego) y Copetonas (Tres Arroyos), para descansar es el paraje denominado Puente Viejo. Allí, en 1910 se levantó un paso ferroviario y en 1912 uno carretero. Una grave inundación derribó al último. Eso obligó a construir un nuevo puente para que pasaran los vehículos y aprovechando una gran cascada en el año 1924, se construyó una pequeña represa de unos 60 metros de largo, para embalsar agua, la que se derivaba por un canal especial, hasta una turbina que generaba energía eléctrica. Esta energía era utilizada para mover un molino y demás maquinaria de una fábrica de cemento natural (cal). Luego, en un proyecto más ambicioso, se tendieron líneas y se dio luz a las mencionadas localidades.


La Cueva del Tigre
Hasta 1912, uno de los principales accesos para comunicar el sudeste con el sudoeste provincial era el paso del Médano. Se trataba de un lugar accesible para el cruce del río porque sus barrancas abruptamente se convertían en un suave declive en ambas márgenes. Por esto, carretas, arreos y viajeros procedentes de la zona de Bahía Blanca y con destino a Tres Arroyos, Azul o Tandil utilizaban esta vía.
Entre las numerosas historias vinculadas a este paso, hay una con peso propio: en una de las cuevas enclavadas en las barrancas se refugió en 1860 el reconocido ladrón Felipe Pacheco. Según cuenta la leyenda, el paraje era ideal para que se ocultase «el cuatrero más temible del sur de la provincia de Buenos Aires». El lugar era perfecto para los maleantes: en los alrededores había grandes extensiones de tierra sin poblar y barrancas que eran verdaderos refugios; el río borraba toda huella y hacía difícil la persecución para la policía.
A su vez, este paraje fue por mucho tiempo el lugar más transitado, puesto que era el único lugar por donde se podía cruzar el río; además, allí
existió el primer medio de comunicación de Oriente: el telégrafo; y el primer almacén.
Los relatos indican que "El Tigre" aprovechaba para asaltar al que pasara. Este personaje, nombrado por Gieco como uno de los "Bandidos Rurales" y de quien hasta escribió Jorge Luis Borges, terminó sus correrías en 1875 cuando fue sorprendido en su propia guarida por un famoso comisario de estas tierras: Luis Aldaz, conocido como «Gorra Colorada».
La mencionada grave inundación de 1919 modificó para siempre la geografía del río y, por lo tanto, borró la huella o rastrillada por la que cruzaban lo habitantes de esa época. De todos modos, La Cueva del Tigre, sigue intacta.

Las cascadas
En su recorrida hasta el mar, el Quequén Salado va haciendo un surco en la llanura, generando con su curso, a veces torrentoso y potente y otras manso y débil, imponentes barrancas y vistosas cascadas. Entre éstas se destaca la Cascada Cifuentes y Aldaya, que produce el salto de agua más alto de la provincia, entre cinco y siete metros según el caudal de agua. Además, permite introducirse en una cavidad por la que se puede pasar detrás de la cortina de agua sin mojarse.
La otra cascada importante es la denominada Mulpuleunfú. Su altura es de tres metros y su ancho ronda los 160 metros, ya que se ubica paralela al río y se ensancha con las crecidas. La única manera de llegar es vía trekking o en kayak, por eso al ser casi inaccesible es muy poco conocida. Y un desafío para los amantes del turismo alternativo.
Ya en su tramo final, el río ofrece un búnker para los amantes de la pesca: su desembocadura en el mar está pegada al balneario Marisol y se conoce como «La Boca». Es un lugar ideal para la pesca de lenguado, pejerrey, lisa y corvina. Y Diego Armando Maradona es uno de los pescadores que puede atestiguarlo gracias a sus escapadas pesqueras de los años 80. Esa es la última perlita del Quequén Salado.

Mulpunleufú
Si bien es conocido como Quequén Salado, el río también es denominado Mulpunleufú. Así lo llamaban los indígenas de la zona, y significaría Río del Mosqueador para algunos o Río de Sangre, para otros. Esta última es la más aceptada, y se debe, a que en épocas de lluvias abundantes, el río arrastra muchos sedimentos, dándole un color pardo-rojizo a sus aguas. Como sirve hoy para dividir a tres partidos del sur bonaerense, históricamente se lo destacó, como una de las fronteras naturales con el indio.
El río Quequén Salado es también un importante yacimiento de restos fósiles de las dos familias más representativas de los desdentados los megatherios y los gliptodontes.

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