jueves, 12 de enero de 2012

claromecó, total desconocimiento de planificación sustentable

más allá de algunas coincidencias, las observaciones respecto a lo que falta no se condicen con un verdadero desarrollo sustentable de la localidad, no es lo que a nosotros nos parece o nos queda cómodo, es elaborar con profesionales en cada área un verdadero proyecto para claromecó.
claromecó NO es una ciudad ni tiene por qué serlo,
claromecó es un maravilloso pueblo costero rico en naturaleza circundante.

carolina herrera
claromecó

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la voz del pueblo - 07/01/2012
contradicción claromequense

Las áreas de estacionamiento en la Costanera deben adivinarse. Cada cual coloca su vehículo como quiere, impidiendo el paso, con lo cual una vez que se logra estacionar sólo de la suerte depende salir.


Claromecó no está bien. Decirlo es casi una contradicción. El verano 2012 será, muy posiblemente, una de las temporadas con mayor afluencia de turistas a nuestras playas. La construcción no se detiene durante todo el año. Nuevas casas emergen casi constantemente, emprendimientos inmobiliarios obtienen rotundos éxitos, y la desocupación tiende a cero.

Ninguno de estos indicadores, ni tantos otros que podríamos encontrar, justifican la afirmación inicial.
Pero Claromecó no está bien.
Los últimos años nuestra principal playa del distrito recibió obras públicas -nacionales, provinciales y municipales- como nunca antes a lo largo de su historia. En algo más de un lustro llegó el gas de red y el agua potable; se construyó un nuevo centro cívico, un centro de salud apto para las necesidades de habitantes y turistas, una nueva terminal. El Banco Provincia funciona dos días a la semana, y el Registro Civil en forma permanente. Todo bajo la órbita de una nueva estructura administrativa como lo es el Ente Turístico Descentralizado que permite determinada autonomía presupuestaria.

A pesar de este detalle tan sucinto como contundente sobre las virtudes y avances que ha tenido nuestra playa insignia, Claromecó no está bien.
Cuando el turista, o el asiduo visitante, llega a Claromecó ingresa por avenida 26, avanza hasta la Costanera, y si es uno de los tantos poseedores de 4x4 toma rumbo hacia el faro o hacia Dunamar y se instala al reparo del vehículo a pasar el día. Si en cambio su auto no le permite acceder a la arena buscará un lugar para estacionar en la costanera, cerca de algún balneario o bajada, y con reposera y sombrilla en mano se acomodará lo más cerca del mar posible. Unos u otros, seguramente se detendrán antes en una panadería a comprar facturas, en un quiosco a comprar agua o gaseosa.

He aquí la rutina diaria de un turista en nuestra playa cuando el tiempo lo permite, a simple vista un gran programa. Pero Claromecó no está bien.
Al ingresar por avenida 26 se encuentra uno con una arteria que carece casi absolutamente de vegetación. A diferencia de Tres Arroyos, donde tan bien se han hermoseado las calles, la principal avenida claromequense carece de todo ornamento, rambla, arbusto, farola, u objeto embellecedor alguno. Nada cambia al llegar a la Costanera. Un proyecto ambicioso que quedó sólo en proyecto, sin asfalto, sin vegetación, sin espacios peatonales. Sólo tierra y ocultos cordones cuneta entre arena y pajas vizcacheras.

Dividamos ahora los destinos. Quien con su vehículo apto para la arena pretende bajar a ella se encuentra ahora con la desagradable sorpresa que no existen más bajadas para vehículos. Hacia el faro grandes cortadas hacen imposible el descenso a la playa. Hacia Dunamar la histórica bajada ya no es tal, y un amenazante desierto sembrado de sombrillas se extiende ante los ojos. Podría conjeturarse entonces que mejor suerte tendrá quien estaciona su vehículo sobre la Costanera y decide bajar caminando. No es así. Tarea imposible es hallar un espacio de sombra a lo largo de toda la avenida marítima. Ni un árbol, ni un toldo, ni cosa alguna que repare del impiadoso sol. Las áreas de estacionamiento deben adivinarse. Cada cual coloca su vehículo como quiere, tapando accesos, impidiendo el paso, con lo cual una vez que se logra estacionar sólo de la suerte depende salir. Comienza aquí otra proeza: bajar a la arena. Las históricas escaleras de madera colocadas entre los balnearios han sido diseñadas especialmente para provocar fracturas expuestas. La pendiente es abrupta, el espacio entre escalones intimidante, y las tablas que conducen a la vera del mar presentan una asombrosa forma acanaletada que impide deliberadamente asentar la totalidad de la planta del pie.

Claro que una vez que descendiendo pendientes, o sorteando desiertos, el veraneante logra asentarse mirando el mar y pretende tomar algo fresco, o un mate con facturas, advierte que en ningún lugar había ya agua fresca para comprar, y las facturas ya se habían terminado en todos y cada uno de los lugares de expendio.

Con gas, con agua, con Hospitalito, con terminal; Claromecó no está bien. Existen en filosofía los conceptos de infraestructura y superestructura. Sin entrar aquí a profundizar los términos, son útiles para intentar comprender la contradicción claromequense. Aún con todo lo bueno que el Estado y los privados aportaron para desarrollar una superestructura que sirva de base a las necesidades y desarrollo del lugar, falta una infraestructura que se ocupe de los detalles. Da la sensación que no converge el esfuerzo en realizar grandes obras con la necesidad de ocuparse de las pequeñas cosas. Claromecó ha desarrollado una plataforma sobre la cual puede crecer hasta límites insospechados, pero quienes hacen cada día Claromecó parecen haberse olvidado de pensar en las necesidades y los gustos de la gente. Estamos a tiempo, pero este verano ya lo perdimos.

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