lunes, 6 de febrero de 2012

pesca artesanal

la voz del pueblo - 05/02/2012
Pesca artesanal: sacrificio, compañerismo y códigos


Constituye una salida laboral para muchas familias, en épocas de "cosecha" son alrededor de 30 las que subsisten con esta actividad, que requiere de una personalidad distinta a la que se necesita en cualquier otro trabajo. LA VOZ DEL PUEBLO dialogó con tres experimentados pescadores, quienes hace décadas que realizan este trabajo. Las anécdotas varían según el personaje, pero el especial sentimiento que significa para ellos ingresar al mar es el mismo

Por Marcos Sebastián Fersen

Tienen tantos años como anécdotas y aventuras vividas. Cada una posee un nombre que la identifica diferenciándola del resto. Sin embargo, en todos los casos existe un alma que guía las riendas de una estructura tan grande como importante para la vida de estos hombres.
Por lo general, son de color amarillo o naranja, probablemente una tonalidad elegida a conciencia para una apropiada visibilidad en la lejanía.
La desembocadura del arroyo -o sus cercanías- es el lugar indicado para el ingreso y egreso del mar de estas lanchas, que hoy en día le dan de comer a unas 30 familias con la pesca artesanal.
Fueron tres voces de experimentados trabajadores de la actividad las que recopiló LA VOZ DEL PUEBLO para profundizar sobre este trabajo. En los casos seleccionados coincidieron en destacar ciertos puntos y valores más que interesantes entre los que se destacaron: el compañerismo, los códigos y el sacrificio.
Cantidad no implica calidad. Por lo tanto, las declaraciones de Carlos Alberto Sologubik, José Antonio Screpante y Raúl Néstor Pinza son testimonios propios de tres hombres que "aman entrar al mar" con su embarcación.

La actualidad
En la actualidad, alrededor de 30 familias pueden subsistir gracias a la pesca artesanal. Lo más "fuerte" de la actividad se registra entre agosto y diciembre, al considerar que la especie denominada mero es la que más se puede recolectar. En tanto, el pez ángel se muestra como la especie de pescado que más cantidad de ejemplares llena los cajones.
Según lo indicado por los propios trabajadores, por estos días un kilo de pescado fresco se vende a un precio que oscila entre los 4,50 y 5 pesos, mientras que también se comentó que hoy en día alrededor de 12 embarcaciones son las que ingresan al mar.
Si de voces experimentadas en la pesca artesanal se trata, Carlos Sologubik es uno de los claros ejemplos a mencionar. Ancona II es la nave que pilota, con la cual ha ingresado en incontables ocasiones al mar en busca llenar ese cajón donde depositará las piezas extraídas.
"Hace 30 años que me inicié en la pesca", expresó Carlos, quien luego enumeró a sus referentes en la actividad que lo ayudaron a ser lo que es hoy en día: "Comencé con los Mulder, luego con Mario Iriarte, Pata Loca y Carlos Alonso. Estuve con muchas lanchas".
Las huellas de haber estado todo el día en el mar se reflejan en el rostro de cansancio del pescador, que a su vez se entremezclan con la satisfacción de haber cumplido la misión del día.
"Es un trabajo arriesgado que tiene sus cosas buenas y malas. Ahora no es como antes, ya que no se respetaba el mal tiempo. Hoy es algo que se tiene muy en cuenta y cuando vemos que la situación se complica nos movemos", destacó Sologubik.
Luego hizo referencia a las modificaciones que tuvo la pesca en relación a otras épocas. "Hoy en día la pesca es totalmente diferente a lo que era antes, cuando se tiraban los paños y se pescaba todo el año. Ahora se hace por tres meses", expresó.
En un mundo en el que se evoluciona permanentemente, cabe destacar que la pesca artesanal no escapa a este contexto, lo cual está más que claro para Carlos. "Siempre se va mejorando en lo que son elementos de trabajo y eso es lo que permite una mejor pesca. Las redes han mejorado y no son las de antes", afirmó.
Con firmeza y convicción dijo: "Aquel que intenta reflotar lo viejo no tiene resultados positivos. Es como volver a un pasado sin futuro".

Al que madruga...
"Hoy -por el día jueves- entramos a las cinco de la mañana, y ¿a que hora salimos?..., preguntó Carlos a unos de sus compañeros, quienes en el momento que Sologubik se disponía a responder las preguntas, ya casi finalizaban con el trabajo de la jornada.
"Por general volvemos a las cinco o seis de la tarde y todavía nos falta cargar los carros así que hasta las once de la noche no terminamos", sostuvo el pescador, quien agregó "a lo mejor se pesca tres días seguidos y luego estás una quincena parado".
Los 63 años de Sologubik, sumado a la incontable cantidad de veces que ingresó al mar, no son motivos válidos para que Carlos no destaque con emoción y lágrimas en sus ojos los algunos rasgos del trabajo.
"Con la edad que tengo, es una actividad que todavía me apasiona. En tantos años siempre se viven momentos complicados, ya que se nos han ido compañeros de aquellas épocas. Se hace una familia y por eso estoy feliz", consideró el trabajador, quien aportó que "si uno no es prolijo, no tiene garra, corazón ni habilidad, se tiene que dedicar a otra cosa".

Gloriosas épocas
José Antonio Screpante, pescador experimentado que hace más de dos décadas que sube a las lanchas con las mismas ganas y entusiasmo, contó cómo fueron sus inicios. "Debe hacer 24 años que pesco. Los comienzos fueron muy duros pero era una época muy gloriosa para la pesca. Había mucha gente que hoy no está y que fueron pioneros en esto, como por ejemplo Enrique Mulder, el verdadero Lobo, con quien tuve la suerte y orgullo de trabajar", señaló.
A su vez, recordó que "pude subirme a El Delfín, un barco que le dio de comer a mucha gente y no debería desaparecer nunca, como tiene que ser". Entre sus dichos, el pescador hizo hincapié en la actualidad que atraviesa la actividad. "Hoy hay más o menos 12 lanchas, en las que trabajan dos personas por cada una y en algunas tres porque son más grandes. También hay que agregarle las personas que trabajan en tierra, que nos ayudan a cargar y descargar", valoró José Antonio.
Posteriormente, el pescador hizo una comparación entre los tiempos en los cuales recién comenzaba con la actividad y los días que corren. "En una época lo único que pescábamos era el cazón, mientras que hoy en día pescamos de todo porque la gente consume más", puntualizó.
Al ser consultado por las características de este trabajo, indicó que "todas las actividades son sacrificadas. El otro día dejé por unas horas la pesca y me subí a una casa para arreglar un techo y me terminé masajeando la columna".
Con respecto a la pesca en sí, Screpante comentó que "estás en un continuo movimiento y haciendo equilibrio con los talones. A su vez, se trabaja con pescados que te pueden morder o clavar una púa, por eso hay que estar siempre concentrado".

Uno al otro
Se ha escuchado la frase "no hay códigos" cuando un jugador de fútbol necesita atención médica por una lesión producida durante un partido. En ese contexto, el rival no tira la pelota afuera de la cancha, lo cual motiva la reacción de sus pares repudiando esa acción. Códigos en la pesca significa otra cosa.
"Es difícil unirse entre los pescadores, pero una vez que pasamos la rompiente nos necesitamos". Ejemplificó que "si a vos se te para el auto, llamás a la grúa y te lleva hasta tu casa. En cambio, si se queda la lancha sí o sí te tiene que ir a buscar un compañero. Por más que te hayas peleado muy mal, los códigos del pescador siempre están presentes y primero antes que cualquier diferencia".

Un referente
Entre sus colegas, Néstor Raúl Pinza, de 48 años, es un referente de la actividad, al considerar que ante cualquier necesidad él dice presente dentro de sus posibilidades.
Amantes como pocos de la pesca artesanal, reconoce que se siente "mal" cuando pasan varios días que no puede ingresar al mar para realizar lo que más le apasiona. "Por mi cuenta hace 21 años que pesco y antes anduve como marinero en lanchas grandes. Empecé con una lanchita pequeña que pude comprar con los microcréditos que en su momento otorgaba el Banco Provincia", recordó Néstor.
A su entender, el trabajo "es sacrificado y te tiene que gustar. Si eso pasa seguro que lo aguantas, ahora si no te gusta...".
"Dependés de un montón de cosas, una de ésas es el clima. En verano es muy lindo, pero en invierno luchás contra la lluvia, el viento y el mar complicado", afirmó Pinza, quien añadió que "tengo un promedio de 12 salidas por mes y siempre ando más o menos con la misma cantidad de pesca. Tengo meses muy buenos y otros muy malos".
Todo es una palabra que abarca infinidad de conceptos. Todo es la palabra que utilizó Néstor para definir el trabajo que realiza desde hace dos décadas. "Yo si estoy diez días sin salir al mar ya me pongo loco", remarcó Pinza, mientras su esposa afirmaba lo dicho por su marido a través de un movimiento de su rostro.
Muchas veces el término pescador es sinónimo de anécdota o historia. Al preguntarle sobre un hecho particular que haya vivido, Pinza recordó tentado de risa que "una vez pesqué hasta un caballo. Fue el año pasado cerca del arroyo. También pesqué una ballena. Fue hace dos inviernos y me acuerdo que me dio vuelta la lancha".
Fueron tres voces. Tres testimonios que reflejaron la actualidad de la pesca artesanal. Dichos que constituidos por palabras cargadas de emoción y sentimientos que sólo aquel que haya experimentado durante tantos años este trabajo puede sentir y, a veces, contar.

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