martes, 28 de febrero de 2012

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la voz del pueblo
Pionero de Reta y algo más
Martes, 28 de Febrero de 2012

GERARDO ARAGON

Gerardo Aragón tiene siete libros escritos sobre Reta y Copetonas, los dos pueblos a los que ha estado ligado durante toda su vida. El hombre de 80 años fue testigo de los cambios sucedidos en estas localidades, desde que Copetonas era un lugar "pujante" hasta que Reta se convirtió en el centro turístico que es hoy

"Cuando has vivido las cosas te quedan, en cambio cuando escribís de oído es otra cosa", expresa Gerardo Aragón, el escritor nacido en Copetonas, quien publicó los libros "Matices de mi pueblo", "Con el viento en la cara", "Penachos de cortaderas", "Memorias de un pionero" y "La ruta de los sueños", dedicados al balneario Reta; y "El pueblo que me vio crecer" y "Matices de un pueblo y el campo", sobre su pueblo natal.
Aragón ha sido un testigo privilegiado de los cambios que acontecieron en el balneario Reta, desde que el pueblo era apenas el sueño de un hombre que proyectó hacer un lugar turístico con un puerto, hasta que -con el paso del tiempo- este se convirtió en el importante centro de veraneo, que cada año recibe turistas de la capital federal y la región.

"Las bibliotecas son las cajas fuertes de los pueblos", asegura Aragón, cuando se refiere a su legado que se encuentra a disposición de los lectores de Reta y Copetonas que deseen acceder a relatos de un pasado que sólo perdura en los recuerdos del autor.
En este sentido, Aragón señala que la necesidad de contar una historia que no ha sido escrita en los libros escolares nace de su preocupación por que las nuevas generaciones cuenten con un legado que les permita reconocerse a sí mismas y forjar su propia identidad.

"Arena, soledad y temporales"
"Nací perdiendo", afirma Aragón cuando se refiere a su madre, que murió a los seis meses de su nacimiento. Entonces, como su padre permanecía ocupado en las tareas del campo, sus abuelos se hicieron cargo de su crianza en Copetonas, en los tiempos en que este era un pueblo "pujante". Sin embargo, la estadía de Aragón en su lugar natal se vería interrumpida.
A los 13 años, su familia decidió mudarse a la localidad de Reta. En aquellos tiempos -dice Aragón- "cuando alguien tomaba una decisión, se obedecía y punto". Por ese motivo, el adolescente se encontró viviendo en un pueblo que desconocía, donde no había otra cosa que arena, soledad y temporales.
Los recuerdos más significativos que se encuentran depositados en la memoria de Aragón se remontan a su infancia, cuando en la escuela conoció a una maestra que lo marcó para toda la vida.
"Las primeras herramientas para pelear en la vida me las dio la directora. Ella andaba por los parajes de afuera dando clases. Me acuerdo que cuando se despidió nos dijo que los quisiéramos, que no lo abandonáramos, que con el tiempo iban a tener futuro", expresa.

El campo y el mar
"En un principio, Reta no despegaba", afirma Aragón, cuando se refiere a la época de su adolescencia. Entonces, la población estaba constituida por familias que se aventuraban a vivir en pequeñas quintas, donde criaban gallinas, faenaban cerdos y ordeñaban vacas. "Había gente que vivía de la caza; se cotizaba el cuero del zorro, la nutria y el gato montés, y las plumas del avestruz", cuenta el hombre de 80 años.
La situación de precariedad en que se encontraba la localidad llevó a Aragón a desempeñar toda clase de tareas vinculadas con el campo y el mar para poder subsistir. "No había fuentes de trabajo. Vi cómo la gente se las ingeniaba para sobrevivir. Se practicaba la pesca artesanal. El caballo entraba con la red. Lo hacían en familia. Cuando la pesca era abundante, la vendían en el campo. Y si no se venían a Copetonas. Ahí compraban las provisiones", señala.
Cuando finalizaban las actividades relacionadas con la caza y con la pesca, los pobladores se mudaban al campo, que absorbía una importante cantidad de mano de obra.

El despegue
A partir de 1954, Reta comenzó a experimentar un desarrollo importante, cuando se realizaron reformas que tenían por objeto adaptar el paisaje a las necesidades de los turistas. En este sentido, las plantaciones de tamariscos serían determinantes para combatir los temporales.
"Reta hasta la playa era una planicie. Cuando se desataban temporales el agua se metía. Entre el pueblo y la playa quedaba un lago artificial. A alguien se le ocurrió ponerle tamarisco a ese camino. En ese tiempo el viento norte y el viento sur eran implacables", expresa Aragón.

La pesca del cazón
"Yo miraba esa densidad del mar y me sentía una nada", afirma. Descubrió su vocación por la pesca del cazón cuando esta actividad se convirtió en uno de los principales motores de la economía de la región.
"Se aprovechaba el hígado del cazón, porque hacían una pastilla especial para la aviación. Los grandes barcos que pescaban en el mar los tiraban, porque sacaban el hígado nada más. Pagaban en dólares por las vitaminas que tenía el hígado. Un día un señor los empezó a salar", explica.
Entonces, Reta experimentaría un crecimiento que no se detendría durante años y sentaría las bases del pueblo que es hoy.

Los pioneros
Los últimos recuerdos de Aragón están dirigidos a los colonos de Reta, quienes fueron los fundadores que marcaron el camino a seguir para las generaciones siguientes. Sin embargo, hay un dejo de nostalgia en su expresión cuando describe un mundo que solo perdura en su memoria.
"Todos los colonos querían mucho a Reta. Comenzaron a ir a veranear con su familia. Las comisiones de fomento las formaron ellos. Todos los daneses eran muy unidos. Hacían fiestas para beneficio de la escuela. Esa gente que era de Reta y Copetonas desapareció", concluyó.

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