domingo, 3 de noviembre de 2013

historias de tsas

la voz del pueblo - 03/11/2013
Tómese un Quilmes

Escribe Stella Maris Gil
 
Los chicos del barrio están sentados sobre el pasto, respirando el polvo eterno de las calles de tierra. Miran como entre mezcla y ladrillos van creciendo las paredes de la casa de enfrente. Hay pocas de ellas, una o dos en manzanas limitadas por las nuevas calles. Los potreros se achican. Habrá que correrse para seguir jugando. Transcurre la década del 50.
Ha nacido el nuevo barrio con gusto a cerveza: Quilmes, marca registrada de una famosa bebida. Un gusto es tomarla. Un gusto también es recorrer el barrio que bordea la avenida de Los Constituyentes entre Moreno, Mitre y avenida Monteagudo, 24 manzanas según lo indican los planos municipales.
Un microcosmos compuesto en general en sus inicios por familias "de trabajadores". Les pregunto a algunos vecinos cual es la extensión de ese concepto. Lo indican como clase media baja, allá por los años 50. Cofone caracteriza como "gente que vivía de un solo sueldo"
En un giro de 60 años atrás, muchos jefes de familia trabajaban en las fábricas aledañas, en especial Istilart. "En los camiones de Vizzolini, en Trafer cuando estaba en Moreno", agregan.
De a poco se fue poblando. Cuenta Daniel Brajovich que llegó al barrio en 1959 cuando había muy pocas casitas. Compró la suya de la calle Brandsen en el loteo que de las mismas hizo su propietario, San Román. Cuenta: "La última luz del alumbrado público llegaba a 20 de Abril y Brandsen, lo demás eran chacras, quintas. Todas las calles eran de tierra, pavor de las amas de casa, no había nada de nada". Las familias a pesar de las contingencias fueron construyendo sus casas, estaban cerca de las fábricas y de a poco fueron armando su residencia definitiva.
Aparecieron los negocios proveedores de alimentos, almacenes, pequeños mercaditos y un bar que tenía anexada la cancha de bochas para entretenerse en las horas de ocio llamado "La peña quilmeña", en Sarmiento y Benito Machado, donde hoy está La Asturiana.
Bulevard Maragato
-Agarrá por Maragato y dale- se le decía como referencia a los que buscaban algún lugar.
Tal era la importancia que tenía el Almacén de Ramos Generales y fonda de don Bonifacio Rodera llegado a esta Sudamérica desde su pueblo español: Maragato.
Se casó y el matrimonio tuvo ocho hijos. Acudo a sus descendientes, su nieta María R. que recurrió a sus primas Mary y Pirucha en un ejercicio de memoria.
"El almacén de mi abuelo fue el punto de reunión para entrar a la ciudad". En muchas noches fue también lugar de reuniones políticas.
"Era un almacén pero a la vez tenía una fonda adjunta donde había un montón de habitaciones para los españoles que llegaban de España o para los campesinos que venían a hacer sus compras y alojarse allí", señala.
Bonifacio cocinaba para los parroquianos. Era múltiple, atendía el almacén, la fonda y servía la copa de ginebra en la parte de bar. Si alguien le pedía que le cortara el pelo, tomaba las tijeras y oficiaba de peluquero.
En el negocio "había de todo... bombachas, alpargatas, martillos, látigos, camisas, sombreros y todo lo comestible. Había una estantería de madera, se levantaba la tapa, adentro estaban diversos productos: yerba, azúcar, porotos y mi abuelo con una palita recogía lo que la gente venía a buscar, lo pesaba en la balanza y después en un papel de estraza rectangular o cuadrado y hacía como si fuera una empanada y lo terminaba de las dos puntas y quedaba un paquetito muy vistoso. Por lo general, si iban chicos a comprar, lo que hacían siempre era pedir la yapa que consistía en maníes o caramelos y algún chocolatín si la compra era importante, pero los maníes no faltaban nunca".
María R. aclara que los paquetes no eran muy grandes, lo que indica los bajos ingresos económicos de los vecinos en esa época.
"En la vereda había surtidores de nafta y en el grandísimo patio con mucha arboleda y un enorme eucaliptus, estaban los surtidores de querosén y nafta. La gente llevaba mucho querosén. Se activaban manualmente. Me parece que la marca era Esso. Alrededor de El Maragato sólo había quintas y campos, nada más. Por eso el almacén era importante, porque tenía de todo", recuerda.
El barrio salía de su monotonía cuando llegaban las chatas, rumbo a los molinos con el cereal. Allí acampaban y "a la noche ponían algún asadito para comer y tocaban al guitarra y cantaban. Después de cenar, cuando se iban a dormir, bajaban unos lienzos de los costados del carro y allí abajo dormían. Eso lo vi yo".
Agrega que "me acuerdo ese olor característico del Almacén de Ramos Generales y del bar. Del piso de madera que se movía un poco".
"Al lado de la casa de mi abuelo estuvo una chacarita de autos que vendía, en idioma de hoy: autopartes. Era de un tío mío", describe.
En el barrio había otros negocios. En Constituyentes y Brandsen estaba el almacén del Turco. "Le preguntábamos un precio, por ejemplo, cuarenta y en su dialecto decía 'purenta' y los chicos se reían".
Además menciona que "cerca de allí estaba la verdulería La Aurora de la familia Elizalde y enfrente la familia Contreras, tenían un reparto de leche y hacían las empanadas más ricas que he comido y también las papas fritas".
"No conocí a mi abuelo, le siguió mi tío Manuel que era el hijo mayor... El abuelo murió en los finales de la década del 30". Posteriormente "se vendió, uno de los compradores fue López y después se puso una barraca".
Al Maragato en la avenida de los Constituyentes al 200 el tiempo le fue quitando parte de su fachada, abandonando sus interiores. Sólo sobrevive en su interior un enorme árbol. Una puertita lateral tiene una frase "Chechi te amo".

En busca de bienestar
Mencionar personas puede convertirse en un hecho odioso pues deja atrás a muchos promotores de mejoras en el barrio. Pero los resumo en dos integrantes de las juntas vecinales del lugar en diferentes momentos: Juan Cofone y Rubén Vacca.
Transcribo parte del testimonio de Juan llegado al barrio en los '70. "Necesitábamos urgente el asfalto y conformamos una junta con Reynaldo y su hijo Rubén Vacca, Rubén Montequín, Eduardo Rubio, entre otros. Empezamos a luchar y paulatinamente fuimos consiguiendo las cosas. Logramos el asfalto de todo el barrio, el gas y el agua corriente".
Veo la arboleda del bulevard de los Constituyentes, hermosa. Ahí intervino el arquitecto Pepe Duca cuando era jefe de Paseos Públicos en la época del intendente Aprile. Dice Cofone: "Duca hizo un relevamiento solicitado por la Universidad de La Plata, determinaron que acá había un déficit de 20.000 plantas y Duca plantó", entre ellos los del bulevard.
El club
El barrio tiene club propio, es parte de su historia.
Cuando no tenían club los muchachos "futboleaban" en una canchita aledaña a la quinta de los espárragos. Luego se institucionalizaron como Club Quilmes en Moreno y Urquiza, hasta que se hicieron grandes y se fueron a su actual local de Sarratea y Moreno.
Parece ser que en ese Maragato se firmó el acta de constitución del Club Quilmes. Habrá que seguir la historia.

Cambio, creación y recreación
Tengo la certeza de los esfuerzos compartidos y del sentido de pertenencia, la fábrica, el cansancio, la escasez económica. Cada uno en lo suyo, pero sin retacear ayuda al vecino.
"Se me acabó la yerba Don y está cerrado el almacén". Frases de barrio que fueron perdiendo vigencia por el avance de los tiempos.
El piberío era ruidoso tras la pelota, a veces hecha de trapo, la honda para cazar pajaritos que colmaban las ramas de los árboles, la mancha. Varios de esos niños hoy son abuelos y siguen transitando sus calles asfaltadas, con la precaución de evitar en los Constituyentes que los lleven por delante los autos que no bajan la velocidad cuando ingresan desde la ruta 228.
Algunos personajes quedan en el recuerdo como la familia Cepeda en su vivienda precaria, cruzando el arroyo, testimonio de pobreza, pero también de lucha por la supervivencia.

El barrio
Recorro el barrio, casas nuevas lindísimas, casas viejas, viejísimas. Voy por el corazón del mismo, dejo Moreno, con ruidos de autos y mucho movimiento. En Brandsen, Sarmiento o Falucho hay más silencio. ¡Qué descuidadas están las gradas de Costa Sud donde las chiquilladas subían y bajaban! Paso por la puerta donde muchos años atrás el curandero Leopoldo Fernández aliviaba males. A medida que voy bajando en dirección a la zona del arroyo hay más terrenos baldíos, calles de tierra. Leo los nombres de las calles con esa nomenclatura tan dispar: Tucumán, Benito Machado, 17 de Agosto, Benito Machado, 20 de Abril, 20 de Junio. No encuentro las ordenanzas que indiquen el criterio seguido para las denominaciones.
Los chicos de ahora deben estar en la escuela.
Los pibes de antes son algunos de los ancianos de hoy que no se fueron del barrio. Mientras miran por las ventanas o barren las hojas de la calle cuentan de las cosas del lugar, lo de Carrera y sus masitas... las historias comunes de todos los barrios. Recuerdan hechos puntuales como la inmensidad de agua que les llegó en 1980 e inundó todo. Saben que el barrio ha cambiado, ya no es el lejano y despoblado suburbio. Es su barrio, su identidad.

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