martes, 12 de febrero de 2013

vecinos, falleció rubén ciley

rcc97.9 - 12/02/2013
Adiós Rubén

A los 77 años falleció Rubén Ciley, creador del Chipi y ex propietario de la calesita de Claromecó. Fue también delegado municipal.

ruben

Tras una corta dolencia, falleció el sábado Rubén Oscar Ciley en Bahía Blanca, donde se encontraba internado. Ciley fue el propietario de la emblemática calesita de la calle 9 durante casi 40 años, y también fue el impulsor de los videojuegos Chipi, de 26 y 9. Participó activamente de varias instituciones locales, y llegó a ser delegado.

La historia de la calesita y de la llegada de Ciley a Claromecó son muy particulares. Rubén tenía un amigo en Villa Gesell que tenía calesitas, y varias veces lo había ayudado a armarlas, es decir, conocía el funcionamiento. En aquel entonces, década del 60, Ciley tenía un taller junto a su entonces socio, Bugatti, en Lanús. Un día, leyendo el diario Clarín, observó un aviso donde había una calesita a la venta. Enseguida tomó la decisión de comprarla. La fue a ver con unos amigos, no era de lo mejor, la impulsaban unos chicos desde adentro, estaba bastante deteriorada.

Pero Rubén igual quizo comprarla. Fue hasta una financiera amiga para solicitar el dinero para señarla, y le respondieron que estaría todo listo para un jueves. Pero el propietario de la calesita quería cerrar el negocio un miércoles, un día antes. Así fue que su señora pidió un adelanto en la farmacia donde trabajaba, más un dinero que prestó un zapatero vecino, finalmente compró la calesita.

En un taller de Banfield se pusieron a arreglarla, había mucho por hacer. Es allí que llega hasta el lugar el señor Branco, propietario de uno de los primeros comercios que tuvo Dunamar, para ver si podían hacerle una mudanza hasta Claromecó. Allí se embarcó Rubén, en la mudanza. Era el año 1967 cuando conoció la localidad, y lo primero que dijo al llegar fue: “Este es mi lugar”. Sin más vueltas, el destino había sido sellado para siempre.

Comenzó a asesorarse para poder traer la calesita a Claromecó. Y al año siguiente, en el histórico terreno de calle 9 entre 28 y Pasaje Delgado, comenzó a funcionar la calesita. No era la misma que tanta gente conoció. Tenía caballos de madera, por lo que un tiempo después, con la ayuda de un escultor, realizaron a mano todas las figuras infantiles que tiene el carrousel hasta el día de hoy.

Un tiempo después, Ciley instaló en el predio un tren eléctrico, toda una novedad también para Claromecó, y los recordados botecitos de madera. El paseo de la calesita se convirtió en un clásico de la localidad. En las tardecitas, los chicos se acercaban a disfrutar de la calesita, pero también los padres, familias enteras pasaban un buen rato en el lugar. Pero también estaban los adolescentes, que ya no andaban en calesita, pero iban igual, porque allí hacían contacto con las chicas, nacían los primeros amores. Muchas parejas se conocieron en la calesita, y luego hasta llevaron a sus hijos al lugar.

Ciley tenía miles de anécdotas con la gente y la calesita. Una vez, una mamá le contó que su hijo no había devuelto la sortija que se había ganado, porque la había dejado debajo de la almohada para dormir esa noche. La consideraba un verdadero tesoro. Estando de vacaciones en Salta, se acercó una persona para saludarlo porque lo recordaba de Claromecó, y de la calesita por supuesto. Otra vez en Mar del Plata, cuando Rubén ya tenía una heladería y había viajado a la ciudad para una exposición de productos del rubro, se acercó un señor que llamaba a los gritos al hermano diciendo: “¡Vení, vení! Mirá quien esta acá, Rubén, de la calesita de Claromecó”. El hombre era fabricante de envases de helado en Rosario, y se acordaba perfectamente de Ciley, y de tantos momentos vividos en el carrousel. Así como estas, un sinnúmero de historias más tenía Rubén.

Pero un verano, cuando estaba todo listo para largar una nueva temporada, Ciley tuvo un problema de salud. Un sobrino médico descubrió que algo no andaba bien en su corazón por lo que le recomendó hacerse ver. Según Rubén, “entré al hospital y no salí más”. Esto, sumado a un accidente en una mano con una amoladora, hicieron que ese verano no gire la calesita en Claromecó. Ciley no quizo arriesgar a que la atienda otra persona. Consideraba que eran muchos años de trabajo, que no podía dejar en cualquier mano toda esa experiencia. El mismo Rubén decía que tener una calesita no es sólo apretar un botón para que empiece a girar, hay que estar muy atento a todo, por la seguridad de los niños.

Así fue que en 2009 finalmente vendió la calesita. La familia Guillamón fue la compradora, y la instaló en la Plaza Luis Piedra Buena. Decia Rubén que sólo había vendido la máquina que da vueltas, la historia no la podía vender, ni tampoco se la podían comprar. Hubo un solo elemento que Ciley no vendió, y que conservó de recuerdo: la pera donde se daba la sortija. Quizo tener ese recuerdo para siempre. Y cuando se inauguró nuevamente la calesita en la plaza, fue el mismo Rubén el encargado de manejar la pera por primera vez y dar la sortija. La misma pera que tuvo durante 40 años.

El Chipi.

La historia del Chipi también es muy particular. La esquina de 26 y 9 sigue siendo un lugar tradicional de Claromecó. Punto de encuentro de adolescentes antes de salir, lugar donde van las familias a divertirse con sus hijos.

En 1973, ya instalado con la calesita, Rubén quizo ampliar su negocio. Vio que la esquina de 26y 9 era ideal para instalar un lugar de juegos. Allí había funcionado el mítico almacén de Arbacetti, y era propiedad de la familia De Francesco. Lo alquiló y puso junto a su socio el comercio, que en aquel entonces tenía metegoles y mesas de ping pong. Pero la intención fue siempre comprar el local. En una oportunidad, la familia De Francesco finalmente cedió y puso la esquina en venta. El valor de aquel entonces era 35 millones de pesos. Ciley no llegaba a esa cifra, pero era cliente del Banco Comercial, que tenía sucursal en Claromecó. Todos los años solicitaba un crédito con el que mejoraba su emprendimiento, y pagaba después de la temporada. Pero surgió otro comprador, que estaba decidido a invertir 40 millones. Los De Francesco le dieron la palabra que le mantenían el precio original, pero tenía que abonar el 50% de inmediato, y el resto al escriturar. Fue así que Ciley fue hasta el banco y habló con el encargado, Bordaláz. El hombre frunció el ceño cuando Rubén le solicitó el crédito por 20 millones, y tenía que estar para el día siguiente a las 10 de la mañana. Finalmente ganó la confianza, y Ciley tuvo el dinero, y compró la esquina de 26 y 9. Por supuesto que devolvió al banco el monto del préstamo.

En 1980, un hermano de Rubén vivía en Estados Unidos. Sabiendo de su emprendimiento en Claromecó, lo invitó hasta el país del norte, ya que habían salido unas novedosas máquinas de juegos electrónicos, hasta ese momento nunca vistas en la Argentina. Sin saber inglés, Ciley fue hasta allá, y compró varias máquinas de video. Para instalar la primera estuvo cinco días, no había experiencia previa, nadie tenía juegos similares, era toda una aventura. Pero las instaló, eran los flippers y pinballs hoy históricos, y testigos de tantas tardes y noches de juegos y diversión. Fue una revolución para Claromecó, los “fichines” eran toda una novedad.Lo mismo ocurrió a principios de los 200o cuando el Chipi puso la primera máquina de bailar en Claromecó, fue la sensación del verano.

Sin quedarse quieto, Ciley, siempre acompañado por su esposa Teté y su hijo Edgardo, amplió nuevamente sus horizontes, e instaló una heladería, Chipi Cream. Pero la salud hizo que de a poco fuese desprendiéndose de esos negocios. También tuvo otro local de juegos, Apú, en la década del 80, en el predio de la calesita.

Rubén fue delegado municipal durante la gestión de Carlos Arpile, y también participó de instuciones como Bomberos Voluntarios, Sociedad de Fomento, y más recientemente del Instituto Nacional Browniano Delegación Claromecó.

Con la RCC, Ciley también tenía una historia: Rubén viajó junto a Tito Martínez cuando el propietario de esta emisora realizó el viaje para traer los primeros equipos de la radio. Es decir, fue testigo directo del nacimiento de nuestra emisora, y amigo de la casa desde siempre.

Rubén Oscar Ciley fue un pionero de Claromecó. Alguien que repartió alegrías a miles de niños, y eso no se olvida. Jamás se olvidará.

La Calesita

(recitado de Rubén Ciley incluído en el disco Claromecó Me Encanta, todavía a la venta y a beneficio del Jardín Maris Stella).

La Calesita hoy no está en el lugar donde estuvo,
cuarenta años anduvo, mirá las vueltas que ha dado,
y la alegría que ha dejado en tantos chicos que tuvo,
de las fichas, les aseguro, miles de ellos la han pagado,
y otros tantos se colaron subiendo con disimulo.
¡Qué lindos recuerdos tengo! Y en mi mente hay un reflejo,
si los veo en el conejo, en el pato o el pescado,
en la foca o a su lado en un caballo montado,
con su bracito estirado, aunque entre tantos le cueste,
y en esa la vuelta la suerte para su lado se inclinó,
y la sortija sacó en el caballo celeste.
En los fierros apilados, como racimos pasaban,
cuantas manos manoteaban, para la sortija sacar,
y algunos por no esperar, de la pera se aferraban,
entonces yo la soltaba, y a la vuelta con alegría,
la pera me devolvían con la sortija sacada.
Los más chiquitos en los Jeeps, el helicóptero o en el tren,
si para ellos era un Edén, con música y griterío,
a sus padres o a los tíos saludaban al pasar,
y ellos al verlos gozar, ver tan contento al purrete,
si ese era el mejor juguete que le podían regalar.
Alrededor mucha gente, ni caminar se podía,
qué linda gente venía y su amistad me brindó,
lo mismo habré hecho yo, que cuando pienso y hoy digo,
fueron muchos los amigos que ese lugar me dejó.
¡Qué lindas esas tardecitas de aquel Claromecó!
ya mucho tiempo pasó, y yo no puedo olvidar,
si me parece escuchar con voces del infinito,
las canciones que Palito a todos hacía cantar.
Era el lugar de reunión de la familia y amigos,
y para noviar ni les digo la juventud que ha juntado,
y recordando el pasado de aquellas tardes de enero,
chicas y chicos se unieron hasta llegar al altar,
y poder consolidar el amor que prometieron.
Pegadito al callejón o al Pasaje Delgado,
sobre la 9 ha quedado el lugar donde giró,
y si a la historia ya pasó porque le sobran razones,
si a tres generaciones la calesita alegró.
Ella quería seguir, yo fui el que sentí dolores,
por suerte hubo doctores que me pudieron curar,
para vivir y no durar, porque vida hay una sola,
sigo aferrado a la piola, esa que Dios me alcanzó,
y a mi familia abrazó, y estaré siempre agradecido,
sino no hubiese podido contarle estas cosas yo.
Y como escritor yo no soy, no sé si redacté bien,
igual mi firma le pongo
para unos Rubén Ciley, para otros Cabalén.

1 comentario :

  1. Que lindas palabras, Rubén fue una persona muy querida y respetaar. Lo vamos a extrañar mucho

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