domingo, 3 de febrero de 2013

historias y personas, ida van mastrigt cónsul de los países bajos


la voz del pueblo - 03/02/2013
IDA VAN MASTRIGT
Un éxito editorial en los Países Bajos
 
En mayo de 2012, la escritora Carolijn Visser presentó un libro que relata la historia de la cónsul, de su padre y aspectos de la colectividad en Tres Arroyos. Estuvo entre los diez más solicitados en los Países Bajos

 
Hay muchas cartas, algunas de ellas extensas. Están escritas en forma manuscrita y con prolijidad. Aparecen los nombres de diversas ciudades y las fechas. La documentación, transcurridos 75 años, tiene mucho valor.
Ida las exhibe y explica que las escribió su padre Marinus, cuando tenía 24 años y emprendió un viaje en bicicleta desde Holanda hasta Indonesia, con interés en llegar a la colonia de los Países Bajos donde esperaba encontrar oportunidades laborales. Se había recibido de ingeniero civil y sus padres, que tenían otros cinco hijos a cargo, no podían darle dinero para que se traslade por otros medios.
La escritora holandesa Carolijn Visser leyó las cartas en una visita a Tres Arroyos. Luego de hacerlo, le dijo a la cónsul "yo voy a escribir tu historia". El libro tiene como nombre "Argentijnse Avonden, van de Zwart Janstraat naar de Pampa". Traducido al español sería "Atardeceres argentinos, de Zwart Janstraat (la calle donde vivió Ida con sus abuelos en Rotterdam) a las pampas".
Fue presentado el 31 de mayo de 2012 en Holanda y la cónsul tuvo la posibilidad de participar. "Combiné esta actividad con una reunión de cónsules que se concretó en el Palacio con la Reina", explica. Carolijn Visser ya escribió unos 20 libros, todos historias de viaje, mientras que en este caso por primera vez relató una historia de vida. Con satisfacción, Ida señala que "tiene muy buena impresión y muchas fotos. La primera edición se vendió rapidísimo e hicieron una segunda, también con muy buena respuesta. Hace algunos meses estuvo entre los diez libros más vendidos de Holanda".
Uno de los temas centrales del libro es el viaje de su padre a Indonesia. Cuando se recibió de ingeniero civil en 1937 no tenía mucho trabajo. "Ganaba unos siete florines -indica- y sabía que en Indonesia había mucho por hacer.
Hizo una valijita, preparó la bolsa de dormir, agarró la bicicleta y salió; en esa época no había rutas, lo que ha pasado... Está todo documentado, él escribió prácticamente toda su vida".
Luego de meses de recorrida, debió ser internado en Singapur con trombosis, malaria y un absceso. Ida comenta que "estuvo muy grave, hay una carta de un pastor que pedía la presencia de mi abuela, pero tenía cinco chicos más y no podía ir. Entonces mandaron a una amiga de él, que después fue mi mamá". Logró superar los problemas de salud y se casó en 1939; nació Ida y once meses más tarde su hermana.
Las dificultades se multiplicaron en la década del 40. Su padre permaneció durante más de dos años como prisionero en Japón, en la segunda guerra mundial. Al regresar se divorció y logró la tenencia de sus hijas, pero no lo dejaban salir de Indonesia. "Nos puso en un barco y nos mandó a la buena de Dios a Holanda, yo tenía seis años y mi hermana cinco, y según dicen mi papá le dio un poco de dinero a un señor para que cuide a sus niñas. Yo no lo vi, mi historia, mi memoria comienza en el viaje del barco, de Indonesia no recuerdo nada. Dormía en una hamaca paraguaya, por la comida había que correr porque eramos muchos y he visto gente tirarse por la borda trastornada por la guerra", describe.
El puerto era un lugar poco concurrido por el miedo a las enfermedades. Nadie las esperaba allí, pero un micro las llevó hasta la casa de los abuelos paternos en Rotterdam. "Como eramos los más chiquitos, anduvimos todo el día en ese micro hasta la noche -afirma-. Vivían en el primer piso, a las once y media, cuando los abuelos estaban acostados, les tocaron el timbre y mirando hacia arriba les gritaron: chicas de Indonesia".
Marinus van Mastrigt pudo finalmente dejar Indonesia, pero no permaneció mucho tiempo en los Países Bajos. En 1948 consiguió un contrato de trabajo en Buenos Aires e Ida junto a su hermana se quedaron en Rotterdam. Pero los abuelos habían terminado de criar a sus seis hijos y decidieron dos años más tarde enviar a las pequeñas a la Argentina; recuerda que "en un mes hicieron todos los trámites, vacunas, pasaportes, pasajes y vinimos solas en avión. Tenía diez años y mi hermana nueve. Desde Buenos Aires vinimos directamente a Tres Arroyos".
Llegaron a nuestra ciudad el 31 de julio de 1950. El internado del Colegio Holandés, con el maestro Slebos, fue un lugar de contención; "en esa época, se hablaba todo holandés, en las clases, en la iglesia. Con Slebos, fuera de hora y en las vacaciones, aprendíamos español porque si no era complicado".
Ida define a Tres Arroyos como "mi segunda casa", a la que llegó para quedarse. Por entonces, ya había residido en Asia -donde nació- y en Europa. Aquí comenzó otra historia.

No hay comentarios :

Publicar un comentario