martes, 11 de junio de 2013

''sensibilidad ambiental'', publicado por horacio ramírez

la voz del pueblo - 11/06/2013
Sensibilidad ambiental
Escribe Horacio Ramírez

Los animales aparecieron de golpe en la calle 48 de Reta. Dos ñandúes, un adulto y un ejemplar joven que se habían extraviado, entraron a esa trampa de calles rígidas, miradas, ruidos e imágenes extrañas. Una trampa tan brutal como absurda y cruel.
El adulto logró evadirla, pero el ñandú más chico no pudo seguirlo y, en cambio, tomó por la calle 48. Por detrás se le fue acercando la camioneta de un vecino. Sigiloso, el hábil piloto emparejó la carrera del ave. El ñandú siguió corriendo, la camioneta se le puso a la par... hasta que, finalmente, vino el volantazo, el golpe... el hueso quebrado, el dolor, el estallido de la sangre. La camioneta clavó los frenos y el ñandú se desplomó, ya sin vida.
Tarea cumplida.
Quedaba, sin embargo, un detalle más: subir el cuerpo del animal a la caja del vehículo e iniciar la marcha triunfal de exhibición de la presa abatida...
Es muy probable que el estúpido autor de esta maniobra haya escuchado los términos ecología, naturaleza, especies en peligro, etc. Algo debe haber oído o leído en algún momento en alguna parte... y seguramente entendió a qué refieren por haber ido alguna vez a la escuela. Pero también resulta evidente que este conocimiento de nada sirvió, que con el conocimiento no alcanza para relacionarse bien con el entorno: el conocimiento es condición necesaria pero no suficiente.
Es que al entorno no alcanza con entenderlo, también hay que respetarlo. ¿Y qué etapas median entre el conocer y el respetar? Conocer es un requisito para amar: no se puede amar aquello que no se conoce. Amar es condición necesaria para proteger: no vamos a sentir nunca la necesidad de proteger aquello que no amamos. Y amar es el fundamento del respetar: no vamos a respetar nunca aquello que no amamos.
Por eso decíamos que conocer de leyes ambientales, atiborrarnos de datos científicos y técnicos de nada le sirve al entorno si no hay una relación con un nivel de integración superior entre el ser humano y su entorno. Y este nivel de integración incumbe múltiples aspectos de nuestra persona, de nuestra civilización y de lo que llamamos Naturaleza.
De nada le sirve a una sociedad, individuos que se informan sobre el medio en el que viven pero que no asumen su pertenencia a ese medio y que no desarrollan ningún afecto por el lugar en el que viven... individuos que ni siquiera piensan con el bolsillo, destruyendo aquella naturaleza y tranquilidad por la cual el turismo, en su mayor parte, visita Reta y le dan de comer.
La sensibilidad ambiental nace de desarrollar afectos, y los afectos nacen de sentir en el propio espíritu la estética de lo natural. Nace de hacer propia la belleza de la vida y del mundo... es lo único que nos puede salvar de una Naturaleza que ya empieza a cobrarse todas y cada una de nuestras estupideces.



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