domingo, 23 de junio de 2013

historias de pueblo

la voz del pueblo - 23/06/2013
cascallares, pequeñas grandes historias: El carpintero del pueblo
 
Carlos Raúl West estima que "el 80% de los cerramientos y amoblados" de madera que hay en Cascallares los hizo él. Se dedica al oficio desde fines de la década del 50 y hoy, a punto de cumplir 80 años, sigue trabajando. "Fui el mejor carpintero de la localidad... Y el único", dice entre risas

El 4 de agosto, Carlos Raúl West cumplirá 80 años, y el tiempo transcurrido le ha dejado huellas en el cuerpo. Mientras su cabeza y su memoria funcionan como en sus mejores épocas, la cintura y la cadera muestran las cicatrices de tantos días de taller. Y si bien reconoce que muchas veces los dolores inhiben sus ganas de estar en contacto con la madera, se las rebusca para despuntar el vicio y seguir ejerciendo el oficio enfocándose en trabajos chicos. Así surgió la idea de cumplir un viejo anhelo y fabricar su propio violín.
"Siempre tuve ganas de hacer un violín, y además era una cuenta pendiente que tenía con una de mis hijas, porque es para ella", cuenta. "Yo toco un poco, y mi hijo también, y a él le había regalado el violín que tenía", agrega.
La empresa no fue sencilla, porque es una tarea compleja para alguien sin experiencia en los caminos de un luthier y porque la construcción la debió alternar con otras tareas. "Soy igual de malo para fabricar violines que para tocarlo", dice entre risas West. "La verdad es que para mí fue complicadísimo. Tal vez si hago otro me resultará más fácil y quedará mejor también", agrega mientras toca algunos acordes en el instrumento.


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"Algunos dicen que Cascallares era más lindo antes, pero yo -que gracias a Dios tengo buena memoria- digo que no, nunca lo vi tan lindo como ahora. Con cuadras de asfalto, con arbolados, con luces por todos lados, con agua corriente, con gas corriente...", comenta Carlos. Y nadie puede negar que es una voz autorizada porque nació en 1933 en la misma casa que habita hoy junto a Norma, la Choni, su esposa desde hace 51 años y con quien tuvo tres hijos.
"Siempre en Cascallares y siempre en la misma casa. Acá nací yo y también mi papá y varios de mis tíos", dice. Alguna vez, una de sus hijas, que vive en Tres Arroyos, intentó mudar al matrimonio a la ciudad. Pero no hubo caso, la pareja no quiso dejar el pueblo, "nuestro pueblo", remarca con un claro sentido de pertenencia.
"En algún momento Cascallares decayó porque mucha gente se fue y ya no tenía el movimiento que supo tener. Pero después empezó a recuperarse, sobre todo a partir del aporte de la Cooperativa desde hace unos 15 años. Porque si bien siempre fue una institución grande para el pueblo, antes no recuerdo escuchar que ayudaba con donaciones y demás. Ahora la cooperativa ayuda mucho al pueblo, y es lindo porque es una comunidad, y estamos bien", analiza West.

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Carlos descubrió su pasión por la carpintería en el colegio industrial, donde cursó hasta tercer año. Allí tuvo a un profesor, a quien recuerda con mucho cariño y como su primer maestro en el oficio: don Pedro Oliva. Mientras que quien le dio el empujón necesario para largarse a trabajar fue Osvaldo Nieva, un cordobés que desembarcó en Cascallares para una cosecha, se enamoró, se casó y se quedó para siempre. "El fue el que me dio un montón de consejos y así empezamos a trabajar juntos. Cuando arrancamos, en 1957, no teníamos ni siquiera electricidad. Los días que se nos hacía de noche trabajábamos con un faroles. Y hacíamos todo con las manos, claro que eran arreglos, cosas chicas", recuerda.
Pero el padre de Carlos vio que la cuestión venía en serio con el tema de la carpintería entonces compró un terreno en la misma manzana de la casa donde vivían y los ayudó a hacer el galpón, que todavía hoy sigue siendo el taller en el que West realiza distintos trabajos de carpintería.
"Ya con el taller fue distinto, empezamos a trabajar de otra forma, hicimos una máquina combinada -todavía la uso- y agarramos muchos trabajos", dice West. La sociedad se separó en buenos términos cuando Nieva prefirió volcarse a la albañilería, fue después que junto a un tercer socio finalizaron con la construcción del salón del Cascallares Fútbol Club. "Yo seguí solo, fui comprando máquinas, haciendo más moderna la carpintería y fabricaba puertas, ventanas, amueblados. Acá en Cascallares el 80% de las cosas que hay de madera las he hecho yo. Son muchos años", dice.


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Si bien Cascallares llegó a tener 3000 habitantes y estuvo fogoneada por el progreso de los campos de la zona y alimentada por el paso del ferrocarril, tuvieron que transcurrir casi seis décadas para que a West le surgiera una competencia en el pueblo. "Nunca hubo otro colega. Por eso yo siempre decía que era el mejor carpintero de Cascallares, me llenaba la boca con eso. Pero hoy ya no lo puedo decir más porque hay otro que se dedica al oficio", dice.
Claro que además de haber realizado muchísimos trabajos en Cascallares, Tres Arroyos y campos de la zona, Carlos le terminó transmitiendo el oficio a su único hijo varón. Y a diferencia de antes, cuando era él el que le delegaba trabajo, ahora es Fernando el que le manda tarea.
"Mi hijo siguió mis pasos. Cuando agarró las riendas de la carpintería cambió la forma de trabajar, pasó a ser todo más rápido. Para mí fue un sacrificio, porque siempre lo mío fue más artesanal. Hoy en día casi no se trabaja a mano, hay mucha herramienta chica que facilita el trabajo, y queda muy bien además", analiza el carpintero.
Aunque él igual prefiere la vieja técnica, la que le enseñaron sus maestros hace ya más de 60 años, cuando Cascallares no tenía carpintero...

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