jueves, 18 de agosto de 2011

ilustre americano, don josé de san martín



litografía de jean baptiste madou, 1828

EPÍLOGO - Enrique Mario Mayochi

EJEMPLO PARA AMERICA


El 17 de agosto de 1850 entregaba su alma al Creador un americano que había tenido por único y supremo afán de su vida el de luchar por la libertad y la independencia de los pueblos. Un americano que un día lo abandonó todo porque entendió que las posibilidades de su misión libertadora habían concluido, aunque la empresa debiera recorrer nuevas etapas. Así procedió porque en conciencia estaba convencido de que no le quedaba otro camino que éste para mejor cooperar con la causa que había abrazado desde que resolvió dejar el servicio del ejército español.

“Yo no tengo libertad - había dicho en Lima el 19 de enero de 1822 al delegar el gobierno para viajar a Guayaquil- sino para elegir los medios de contribuir a la perfección de esta grande obra, porque tiempo ha no me pertenezco a mí mismo, sino a la causa del continente americano”.

Todos sus quereres y trabajos estuvieron siempre ordenados por la recta conciencia del deber, por el amor al pueblo y por un irrevocable espíritu americanista.

“Conductor -dice Ricardo Piccirilli-, estuvo en contacto con seres de distintas clases sociales; pasó entre las filas de sus regimientos vencedores, y como un instrumento accidental de la justicia, asignó responsabilidades, otorgó jerarquías y estructuró Estados.
Libertador, fue aclamado por multitudes jubilosas; se asomó a los salones y a los estrados resplandecientes de luces y de pompas; escaló la cima del poder y repartió la gloria; más ‘agente del destino’, abdicó las preeminencias y el poder, y se marchó al ostracismo para dejar a la voluntad de los pueblos la elección de sus gobiernos”.

En su concepción política coincidió con los ideales de la gesta que inició un puñado de patriotas de Buenos Aires en mayo de 1810: generoso y fraterno, se entregó a la causa de América sin tener otro ideal que redimir pueblos y respetarlos en las decisiones que tomaran una vez asumida su soberanía. Si para ello debió enfrentarse con lo español, en cuanto España se encontraba unida a los destinos de una monarquía que había perdido el rumbo histórico, lo hizo sin darle a tal actitud el carácter de una ruptura con la sangre que le venía de sus mayores y mucho menos con la tradición.
Hizo la guerra no a los hombres que representaban a España, sino a los principios por ellos sustentados; y cuando debió hacerla, con frase de su ilustre biógrafo Otero, “la hizo limitándola en sus efectos destructores, la hizo realzándola con la sumisión de la espada a la inteligencia”.

Formuló un voto solemne y lo cumplió hasta el fin: jamás derramó sangre de compatriotas y sólo empuñó su sable para luchar contra los enemigos de la independencia sudamericana.

¿Qué fue, qué es San Martín para los argentinos, para los americanos? Digámoslo con Mitre, como cuando le rindió homenaje en el centenario de su nacimiento: “San Martín es el germen de una idea grande que brota en las entrañas fecundas de nuestra tierra; es la fuerza viva de nuestras arterias que ponen en vibración los átomos de un hemisferio; es la irradiación luminosa de nuestros principios, que se propaga por todo un Continente; es la acción heroica de nuestra patria que se dilata, el cometa que con cauda flamígera se desprende de la nebulosa de la nacionalidad argentina, y que después de recorrer su órbita elíptica, cuando todos lo creían perdido en los espacios vuelve más condensado a aquel punto de partida al cabo de cien años”

El espíritu americanista de la epopeya sanmartiniana es luz orientadora para un continente que hoy puja con fuerza incontenible por mantener su unidad en la fe, la cultura, en el orden social, en el afán de justicia y en amor por una libertad rectamente vivida. Frente a las asechanzas que a esta América nuestra ponen quienes se dejan ganar por las engañosas teorías de un afán revolucionario sin horizonte y sin meta segura, siga siendo consigna el pensamiento del Libertador: “Cada gota de sangre americana que se vierte por nuestros disgustos me llega al corazón. Paisano mío: hagamos un esfuerzo, transemos en todo y dediquémonos únicamente a la destrucción de los enemigos que quieran atacar nuestra libertad.” Respondamos a este llamado con la palabra del poeta: Guardemos siempre su recuerdo fundamental, como si fuera [nuestra vida. Con el amor con que la fruta guarda en el fondo de su seno la [Semilla. Con el fervor con que la hoguera guarda el recuerdo victorioso [de la chispa. Que su sepulcro nos convoque mientras el mundo de los hombres [tenga días. Y que hasta el fin haya un incendio bajo el silencio paternal de [sus cenizas”.

Francisco Luis Bernárdez. “El Libertador” (Meditación hecha ante la tumba del General San Martín)


sueño de san martín, óleo de servi


de: http://www.sanmartiniano.gov.ar/

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