domingo, 6 de abril de 2014

vecinos de claromecó

la voz del pueblo - 06/04/2014
Cromañon: A los 17 años, nací de vuelta

Lo dijo Federico Lamotte, un joven que vivió por dentro la tragedia ocurrida en la disco del barrio porteño de Once. Se radicó en Claromecó hace siete años, donde formó su familia. Además, integra el Cuerpo de Bomberos Voluntarios de la localidad (Por Marcos Fersen)
 
Ya había pasado Nochebuena y Navidad. Millones de habitantes de todo el mundo levantaron las copas para brindar y desearle felicidades a su prójimo, una imagen que también se replicó en Argentina. Un nuevo año se acercaba, o bien, visto desde otra perspectiva, otro año pasaba a la historia.
El 2004 llegaba a su fin y la banda Callejeros, en marcado ascenso por ese entonces, cerraba el año con tres presentaciones en el boliche República Cromañón. En cada uno de los recitales, la agrupación liderada por Patricio Fontanet hacía delirar a sus fanáticos con una discografía diferente. En este contexto, el 30 de diciembre era el turno para que Callejeros y sus seguidores vibren al ritmo del exitoso album denominado "Rocanroles sin destino".
Esa calurosa noche de fin de año, el boliche ubicado en el barrio porteño de Once estaba literalmente colapsado de jóvenes ansiosos por ver a la banda capitalina.
"Yo vivía en Caballito y el boliche estaba en Once. Salimos de mi casa con mis amigos y cuando llegamos al recital, en la calle, afuera del boliche, vimos que había miles de personas". Eso recuerda Federico Lamotte, un joven de 26 años que hace siete se radicó en Claromecó en busca de otra vida. Integra el Cuerpo de Bomberos Voluntarios de la localidad. Es sobreviviente de Cromañón, una tragedia que a fines del 2004 dejó el lamentable saldo de 194 fallecidos.
Las consecuencias de esa noche fueron irremediables para cientos de familias. Con el tiempo, la herida parece cicatrizar para muchos. Sin embargo, la huella de esa jornada quedará marcada para siempre en la vida de los sobrevivientes y en la de quienes perdieron a un ser querido.
"Nunca me puse a pensar quién fue el responsable. Si me preguntas si fue el pibe que tiró la bengala, te digo que en su vida hubiera imaginado que iba a causar lo que causó, sino no lo hubiera hecho", sostiene Lamotte, quien hoy disfruta de sus dos hijos -Emilio de cuatro años y Agostín, de uno-, y de su esposa Josefina.
El claromequense por adopción tiene en claro que "no le echaría en un cien por ciento la culpa a ese pibe. Hay miles de responsables, desde el más arriba, con más peso y poder, que no va a caer- aclara-, hasta el de más abajo".
En su relato, destaca nuevamente que hay culpables por la tragedia ocurrida, pero que desconoce quién o quiénes son. "Esa noche fui a ver un recital, no fui a ver si en el lugar estaban dadas las medidas de seguridad. Hay responsables, sino no hubiera pasado lo que pasó", expresa.
17 años
Cuando el trágico recital se llevó la vida de 194 personas, Federico tenía 17 años. Con el entusiasmo y la efervescencia lógica de un adolescente, el joven -admite- era un permanente seguidor de Callejeros. Recuerda que esa noche llegó a Cromañón con sus amigos. Ingresó al boliche y se puso a tomar algo mientras observaba a la banda soporte que tocó antes de la presentación de la agrupación de Fontanet.
"Llegamos al recital. Vimos a la banda soporte mientras tomábamos algo. Luego empezó el espectáculo de Callejeros. Normalmente, cuando vas a los recitales con amigos, los perdés ni bien empieza. Comienza el show y al segundo tema alguien empieza a gritar '¡fuego, fuego, fuego!'", afirma Federico.
En tanto, y dentro de lo que recuerda, hace referencia al inicio del siniestro en el interior de la discoteca. "Muchos dicen que fue por una bengala, pero el incendio se originó por las luciérnagas, que son como una especie de tiros de luces. La media sombra que había en el techo, una vez que agarró, prendió enseguida", agrega.
Desde ahí, la noche cambió repentinamente, tanto para él como para los más de dos mil jóvenes presentes en República de Cromañón. "En ese momento, alguien cortó los telones para que no se roben los instrumentos. No sabíamos qué pasaba. Pensábamos que no era nada grave.
Enseguida se escuchó una explosión y después se cortó la luz. Lo único que iluminaba era el fuego", relata.
Posteriormente, describe que "muchos se metieron por el pasillo que estaba a la izquierda del escenario. Se quedaron ahí porque la puerta, desde afuera, estaba cerrada con candado".
El dramático panorama que esa noche reinó en la disco del barrio porteño de Once es detallado a la perfección por Federico. El sobreviviente de la tragedia indica que "yo quedo enfrente al escenario. Tanto a mi como a otras personas le caía del techo la membrana líquida prendida fuego".
"Miré hacia arriba y ví que las personas se tiraban. Desde la escalera no podían bajar porque estaba llena de gente", sostiene el joven, quien agrega que "los baños estaban en el primer piso. Muchos se fueron a ese lugar cuando empezó el incendio. Por eso, se habló bastante de lo que pasó con la gente que se encerró en el baño, la cual seguramente se asfixió".
Si bien admite que no recuerda todo lo que pasó, hubo un episodio que se registró esa noche y que aun deambula en su interior. "No me podía mover ni para un costado ni para el otro por el amontonamiento de gente que había. También me acuerdo al lado mio había una chica que estaba nerviosa. No sabía qué le pasaba", sostiene.
Sobre ese hecho, agrega que "ella me mordía y me rasguñaba. Nadie se daba cuenta lo que pasaba. Yo le decía a esta chica: 'tranquila que ya vamos a salir'".
Federico reconoce que en un momento de la noche, en medio de la oscuridad, los gritos, la desesperación y el nerviosismo de todos, "las puertas se cerraron". "A las antipánicos, por lo general, vos les pegas y abren para afuera; éstas, abrían hacia adentro. Lo único que se veía a través de una hendija, a lo lejos, eran pequeñas luces. Todo era empujones y descontrol; y se veía que la gente se tiraba desde los pisos de arriba".
Posteriormente, remarca que "en un momento, las puertas se abren y por eso la gente de adelante se fue cayendo por la misma presión. Eso produjo que las personas se caigan unas arriba de otras. El que zafaba, salía".
En un momento, Federico se cae cuando se disponía a llegar a la primera salida pero las dificultades siguieron. "Quedo trabado por la misma presión de la gente. Estaba acostado en el piso. Eso me ayudó porque de esa forma no respiraba el humo. Ahí yo ya veía la salida, que estaba a unos 15 metros".
En su relato, revive que "yo intentaba salir pero no me podía desprender del amontonamiento. En eso tenía a la chica que rasguñaba y me mordía. Ahí decidí aguantar y ver qué pasaba. En eso, me logro zafar y medio arrodillado salgo hacia afuera. Había perdido todo. Zapatillas, mochila...todo".
"Una guerra"
A la salida del infierno que en ese entonces eran las instalaciones de Cromañón, Federico las comparó con la realidad de un conflicto bélico. "Salí y el panorama era mucho peor. Parecía que estábamos en medio de la guerra; gente tirada en el piso y corriendo en forma desesperada por todas partes. Había mochilas y zapatillas por donde mires".
Posteriormente, dice que "en ese momento, no había policías ni bomberos. Vi algo que me llamó mucho la atención: los vecinos del lugar abrían las puertas de sus casas y con mangueras y ollas, nos daban agua porque hacía mucho calor".
Preocupado por la situación, y en un contexto desesperante, Federico salío en busca de sus amigos. "De a poco los fui encontrando. Estaban bien, dentro de todo. No me acuerdo cómo ni en qué momento, pero caímos con mis amigos al Policlínico Bancario, en Caballito".
Luego de recibir las curaciones a las quemaduras había sufrido en su espalda, el joven y sus amigos se dirigieron al Hospital Ramos Mejía. "Era ver camillas con chicos por todos lados. Me acuerdo que Pato, el cantante de Callejeros, estaba sentado ahí. También tenía a familiares en el lugar".

Recuerda que "después de que nos tranquilizamos un poco, nos fuimos a la casa de un amigo. Con esos cuatro amigos, estuvimos sin despegarnos, fácil, una semana. Entendíamos lo que había pasado, pero no sabíamos el grado que tenía".
"Nunca más"
Reconoce que volvío a Cromañón "después de un año y pico. A las marchas nunca fui, pero mi mamá va a todas las que se hacen".
Con la vista puesta en sus pequeños hijos y con ojos vidriosos por la emoción, dice que el momento que vivió "no fue fácil. Ahora uno lo puede hablar y es distinto, pero no me voy a olvidar nunca mas lo que pasó esa noche. Es algo que siempre me va a acompañar".
"Mi viejo me decía: 'esto sigue, no te podes quedar'. Hoy, lamentablemente, hay muchos chicos que no salieron. Hay gente que perdió ocho o nueve personas", admite.
En su relato, no duda en destacar la valiosa contención recibida desde su entorno familiar en lo que fue esa dura etapa de su vida. También valora la ayuda profesional que recibió. "Durante un año entero fui al psicólogo. No me preguntes qué hizo, pero me ayudó un montón", sostiene Federico, quien agrega que "cada uno de los sobrevivientes lo fuimos llevando como pudimos".
Otra vida
El joven vive en Claromecó desde hace siete años, lugar donde pasó los veranos de su infancia. Eligió las bondades de la localidad por la tranquilidad y por la forma de vida que se lleva por esas latitudes. Allí formó a su familia, compuesta por su esposa Josefina y sus pequeños hijos: Emilio y Agostín.
Por estos días se gana el pan de cada día haciendo trabajos en durlock. No obstante, tiene otra actividad que lo apasiona: Federico es bombero voluntario. Integra el Cuerpo Activo de la localidad desde hace cinco años.
"A muchos les llamó la atención eso. Siempre, de chico, me gustó el trabajo del bombero; pero en mi vida de capital no tenía pensado serlo, ya que yo vivía en Caballito y el cuartel está en La Boca. Era muy complicado", expresa.
Reconoce que siempre le apasionó la actividad. Sin embargo, lo que vivió en la noche del 30 de diciembre de 2004 también influyó para que hoy sea parte del Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Claromecó. "Pienso que si esa noche había bomberos voluntarios, no hubiese pasado casi nada".
Por último, Federico sostiene que tiene en claro que la vida le dio otra oportunidad. "Ahora tengo otro cumpleaños. Cuando pasó lo de Cromañón yo tenía 17 años. Ahí nací de vuelta. En cada 30 de diciembre me llaman muchos amigos mios y de mi familia. Me dicen: 'loco, naciste de nuevo'".
El venidero 30 de diciembre se cumplen diez años de la tragedia ocurrida en el boliche de Once, la cual dejó el triste saldo de 194 víctimas fatales. "Hay responsables, sino no hubiera pasado lo que pasó", repite en el cierre.

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