domingo, 13 de noviembre de 2011

historias de orense

la voz del pueblo - 12/11/2011
la palma, en la historia de orense

Atilio González residió toda su vida en la cuadra que vio nacer el comercio La Palma, que está relacionado con el origen de Orense. Fue testigo del crecimiento y el desarrollo del pueblo. En el 98º aniversario de la localidad, evocó las historias que le contó su padre, quien fue uno de los pioneros que vieron en aquellas tierras la posibilidad de progreso.


Escribe Lisandro Aguirregabiría

En el mes de enero del año 1911, el señor Simón González Hurtado era un próspero trabajador de la zona que buscaba un hogar donde radicarse con su familia. Su esposa, la señora Petra Mayor Garrido, vivía en un campo que su padre arrendaba en Coronel Dorrego. Ambos sentían un profundo deseo de formar una familia e independizarse. González Hurtado leyó en un diario de Bahía Blanca una noticia que le llamó la atención: se iban a rematar unas tierras en una terminal del ferrocarril que se llamarían Orense, como la localidad de España, el lugar de donde provenía el dueño de las tierras.

Simón se asoció con Delfín González, su primo, quien era recibidor de cereales y veía en esa llanura donde sólo pasaba el ferrocarril, la posibilidad de progresar en la vida. No es difícil imaginar la determinación de González Hurtado en su afán de conseguir las tierras. El hombre pasó la noche en una sala de espera de la estación del ferrocarril, durmiendo en un banco, tapado con una cobija que le ofreció el jefe. A la mañana siguiente, recorrió caminando lo que sería el ejido del pueblo.
Cruzó un cañadón lleno de agua hasta encontrar un puestero. Este le indicó que hablara con la familia Santamarina, los propietarios de la estancia. Así fue como él arrendó una parte de la tierra.

En un viaje en el tren, Simón González Hurtado se encontró con José María García, quien era recibidor de cereales, y le preguntó si podía asociarse con él. Acto seguido, ambos viajaron a Buenos Aires con la idea de ver realizado su emprendimiento. Allí compraron los materiales para hacer primero el comercio La Palma, y luego la primera casa de familia de Orense. González Hurtado contrató personal para construir una edificación de chapa y madera. El hombre se instaló en una carpa junto con el personal, durante el tiempo que duraron las tareas. Las jornadas de trabajo eran sacrificadas: se extendían desde la ocho de la mañana hasta las ocho de la noche.


La Palma pronto se convirtió en el centro de la escasa vida del lugar. El negocio era despacho de bebidas, farmacia, tienda y almacén de ramos generales. Allí se realizaban toda clase los festejos: se corrían carreras de sortija y se jugaba a la taba. Con posterioridad se instaló el primer horno de barro, que permitió la construcción de los tres primeros grandes comercios. Orense era apenas la sombra del pueblo que iba ser.

El loteo

Fue el señor Agustín Lizardi quien consiguió el permiso de la señora Angela Santamarina de Temes, la propietaria de la zona, para lotear las tierras. La venta se realizó en el Hotel Puchulu de Tres Arroyos, el lunes 8 de diciembre de 1913, a la una y media de la tarde. Se vendieron 83 solares al precio de 181.138,52 pesos, y 48 quintas por un monto de 115.408,57 pesos.

La fecha del aniversario del pueblo coincidía con el período de la cosecha. Esas tareas no podían suspenderse. Por este motivo, se retrotrajo el aniversario a noviembre. En aquel entonces, llegaban cuadrillas de la zona de Balcarce que cortaban la avena y el trigo. La cortadora iba dejando las gavillas atadas de acuerdo con lo que rendía el potrero. Los engavilladores hacían los montones con gavilla de trigo, de forma tal que no entrara el agua. Luego el cereal pasaba por la trilladora. Finalmente, se embolsaba y se estibaba.

El progreso
Atilio González es hijo de Simón González Hurtado. A los 87 años, conserva una lucidez que le permite evocar el pasado como si el tiempo no hubiera transcurrido. "Mi padre era un gran emprendedor y un gran lector; lo vio como una especie de liberación, de ser empleado a ser propietario. Ellos pensaron que al ser punta de rieles, se iba a concentrar la gente por el abastecimiento de los establecimientos. Y así sucedió", afirma con orgullo.

El comercio La Palma crecía en la medida que el ferrocarril extendía sus líneas hacia los campos y los pueblos de la zona y se expandía por toda la Pampa. "En 1918 se habían enviado por ferrocarril 850.000 bolsas de trigo. En 1921, mi padre se entrevistó con un funcionario del ferrocarril sur, para instalar un desvío que traía mercadería. A su vez, había otro ramal que partía de la playa ferroviaria e iba por los campos. Los chacareros depositaban las bolsas en un galpón. Luego, cargaban las vagonetas y se traían para llevar al puerto o al acopiador que estibaba acá. Mi padre hizo construir cincuenta metros de frente por quince de fondo con una capacidad de cincuenta mil bolsas de trigo", cuenta González sobre el proceso de producción.

El sacrificio
"Mi madre llegó el 3 de octubre de 1911. Era una mujer sola que vivía en una casa de chapa y madera. Tenían que hacer las velas con cebo y pabilo para poder alumbrarse. Estaba sola con dos criaturas, una de un año y otra de dos. Ella tenía temor al ruido de los animales que había en las chacras. Pensaba que nos iríamos algún día", dice Atilio González. Y agrega que su madre fue la primera mujer en habitar Orense.
González hace hincapié en lo sacrificada que era la vida en aquel entonces, cuando no existían las comodidades de ahora, lo que vuelve aún más épica la historia de una familia que, con la convicción de querer lograr su independencia, se arriesgó a vivir en las pampas, donde había "gente de carácter fuerte, que andaba con chiripá y un facón detrás de la cintura".
"Cuando mi madre tenía que viajar a Tres Arroyos, lo hacía en una diligencia. Salían de Orense a las cinco y media de la mañana, y llegaban a las nueve de la noche. Las galeras viajaban cruzando una huella. Al atardecer, el mayoral tenía que tener cuidado de no perderse. Había que cruzar campos con lagunas. Esas galeras cambiaban la remilga de caballos en tres o cuatro partes, para llegar a Tres Arroyos entre las nueve y la diez de la noche. Tenían que tener cuidado para no perderse", dice González.

El presente
Cuando Atilio es interrogado acerca del presente, responde con una sonrisa: "Estamos enamorados de la soja. En aquella etapa se estaba viviendo una expansión. Hoy se han ido achicando los grandes negocios. En aquel entonces se hacía todo acá: se fabricaban carros, las ruedas, los ejes. Nosotros tuvimos casi veinte empleados. La cooperativa tenía treinta empleados. Eso ha desaparecido. Nosotros hemos tenido un promedio de entre treinta y cuarenta cosechadoras y cuarenta tractores vendidos por año. En un concurso ganamos el primer premio en la venta de implementos agrícolas".

Algo parece indicar que los grandes relatos que remiten a los tiempos de la Argentina mítica del progreso de principios del siglo XX, están desapareciendo. "De las familias tradicionales, los que formamos el pueblo e hicimos que se levantara en aquella época ya no queda nadie. Quedamos pocos que podemos contarlo todavía", concluye González, con el deseo de que las nuevas generaciones conozcan el pasado y aprendan de él.

2 comentarios :

  1. ¡ Excelente texto ! ¡ Cabe felicitar a aquellos Pioneros que desafiaron todo , para lograr frutos del trabajo e ideales ! ¡ También se debe felicitar a quienes recogen la Historia y la publican , haciendo honor a la frase " Los pueblos sin historia , son pueblos sin futuro " ! Rolando Jensen y Alicia Errea Jensen.

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    1. Felicitaciones me encanta el comentariop de algo me acuerdo me han comentado mis padres felicitaciones bendicciones

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