domingo, 20 de octubre de 2013

historias de pueblo

la voz del pueblo - 20/10/2013
Pequeñas grandes historias
Hogar, dulce hogar
Los dos ex pupilos Hugo Sánchez y Marcelino Molina recorrieron el terreno donde funcionaba El Amanecer y recordaron todo lo que ahí vivieron. "Fue una bendición haber pasado por el hogar", coinciden. Todavía doloridos por la demolición del edificio, anunciaron que antes de fin de año se colocará una plaqueta "para agradecerle a la comunidad toda la ayuda que nos dieron, y también para que se sepa que allí hubo un edificio que fue parte de la historia de Tres Arroyos''
 
Los pastos altos y los yuyos invadieron desde hace rato el terreno. Del edificio no quedó nada, apenas se distinguen algunas baldosas del que fuera el acceso principal. Marcelino Molina y Hugo Sánchez caminan por el lugar y describen con precisión qué había en cada sector cuando El Hogar de Niños El Amanecer estaba en pie. Los dos ex pupilos, se nota, todavía están haciendo el duelo por la demolición en marzo de 2010 del lugar en el que se criaron.
"Nadie podrá expulsarnos del paraíso de los recuerdos", dice Marcelino para contrarrestar el dolor que le genera volver a Tres Arroyos y no poder recorrer la cancha de fútbol, la cocina, la habitación y las escaleras del lugar que fue su casa entre los 2 y los 10 años. Hoy tiene 78, y pese a que reside en Buenos Aires desde la adolescencia, todos los años volvió a la ciudad y siempre visitó El Amanecer.
"No sé qué hubiera sido de nosotros si no habría existido el hogar", dice Hugo, quien lo habitó desde los 6 hasta los 20 años. "Para nosotros fue una bendición", agrega. Y al escuchar su historia, está claro que no exagera: "Mi padre nos abandonó a mi y a un hermano menor, dormidos en la orilla de un arroyo. Yo me desperté a los 4 de la mañana y no sabía adónde estaba. Entonces nos fuimos hasta La Voz del Pueblo, que estaba en calle Colón, porque yo ya trabajaba de canillita, y expliqué lo que nos había pasado. Y del diario me llevaron al hogar", cuenta el ex pupilo que en este 2013 cumplió 80 años.
De entrada nomás, Hugo se hizo amigo de Marcelino, que estaba en El Amanecer junto a sus cuatro hermanos, y a su mamá. "Mi papá tenía problemas por el alcohol y para mi madre la vida era muy dura por eso nos fuimos todos al hogar. Ella trabajó como serena y también les daba a los chicos el jarabe que tenían que tomar o ayudaba en lo que hiciera falta", recuerda Molina, quien dejó el hogar en 1949.
"La madre de él me salvó porque me sacó de la tristeza que tenía. Cuando llegaba el domingo, que todos los chicos se iban con algún familiar, yo me quedaba porque no tenía a nadie y ella me contenía", aporta Sánchez.
Son historias duras, tristes, como la de casi todos los ex pupilos, pero que tuvieron un desarrollo benigno a partir de la contención y la formación recibida en El Amanecer. "Tuvimos la suerte de que nos enseñaran el camino", reflexiona Hugo. "Tuvimos un verdadero ejemplo. Y nos enseñaron que siempre se podía salir adelante. Fue como una universidad que formó hombres de bien. Porque el hogar le dio a Tres Arroyos muchos hombres de bien. Los que aportaban para su funcionamiento no era que daban una limosna, sino que hacían una inversión. Y creo que fue lo mejor que pudieron haber hecho porque les salió muy bien", completa Marcelino.
Demoledor
Ninguno de los dos tiene intención de reavivar la polémica que se generó a partir de la decisión de demoler el hogar. Pero lo que les ocurrió a partir de la destrucción del edificio es testimonio del valor sentimental que aún tiene hoy para ello. "Yo no pude pasar por esa cuadra durante varios meses", dice Sánchez. "Yo siempre dije: nos sepultaron los recuerdos. En cada rincón para nosotros había una historia. El último árbol, donde se jugaba al básquet, el pasto inglés, la cancha... Había lugares referentes. No quedó nada. Yo venía todos los años y recorría cada lugar", cuenta Molina.
Marcelino también recuerda que una vez una psicóloga le comentó que era un caso raro el de los ex pupilos de El Amanecer. '"Yo no lo entiendo, por lo general, un chico que sale de un hogar de niños, lo aborrece', me acuerdo que me dijo, indica Molina. En el caso de ellos, se da todo lo contrario. "Tenemos muchos recuerdos lindos y la suerte de reunirnos todavía. Eso también es muy importante", agrega. "Cuando fue el 50 aniversario se juntaron más de 300 personas para celebrar", cuenta Hugo.
Y Sánchez, es un ejemplo que el hogar también le enseñó un oficio. "Ahí comencé como imprentero. Porque funcionaba una buena imprenta, en esos tiempos se hacían 1000 talonarios", recuerda quien todavía hoy sigue con Impresos América, en la segunda cuadra de la calle Brown.
"Nos han enseñado mucho. Por ejemplo, teníamos tareas: a unos les tocaba limpiar el baño, a otros el dormitorio, a otros la cocina, otros lavaban los platos. Y todos los meses se cambiaban las tareas", cuenta Marcelino.
A Molina y Sánchez también les tocó compartir trabajo en la antigua Chacra Experimental Benito Machado, actual Chacra Experimental Integrada Barrow. "Teníamos que hacer de espantapájaros en los ensayos que se hacían de girasol para ahuyentar a los cabecitas negras", recuerdan. "Lo más lindo era el desayuno que nos daban", coinciden entre risas.
Muchas gracias
"Agradecimiento de los ex pupilos a la comunidad de Tres Arroyos. Hogar El Amanecer. 1917 - 2010". Eso dirá la plaqueta que tendrá como ilustración la silueta de aquel emblemático edificio, demolido hace dos años y medio, y que se colocará junto a la Iglesia del Ejercito de Salvación, sobre la calle Quintana al 700, antes de fin de año. Se hará por iniciativa de la Comisión de Ex Pupilos de El Amanecer, que encontraron el respaldo necesario en la municipalidad para concretar el sencillo homenaje.
"Esto surgió por iniciativa de todos los ex pupilos, quienes queríamos dejar asentado que ahí había existido algo muy importante. El hogar es parte de la historia de Tres Arroyos y no puede desaparecer sin dejar rastros. Así se lo planteamos al intendente Carlos Sánchez y a su secretario de Gobierno, Hugo Fernández, y nos dieron todo el apoyo", explica Marcelino.
"Además es para agradecer a la comunidad. Porque fue la población la que nos mantenía a nosotros. Y queremos que todos sepan que nosotros estamos muy agradecidos por haber podido pasar por el hogar", agrega Hugo. "Tres Arroyos tiene que saber que los que estuvimos ahí estamos agradecidos", insiste Marcelino.
"Aprendimos todo de la vida en el hogar", explica Hugo. "Nos enseñaron que nunca había que tirar nada, que había que ser solidario. No sólo en lo material, a veces hay cosas que podemos aportarles a otras personas, que pueden parecer pequeñas, pero en realidad son grandes", dice Marcelino.
Y cuando la charla llegaba a su fin, con la emoción a flor de piel por tantos recuerdos, Molina le pregunta a Sánchez si se acordaba del "caramelo largo" que comían en esa época. "Nos duraba una semana. Porque lo chupábamos un poco y lo guardábamos para el otro día. Le dábamos mucho valor, porque era el sabor de lo que nos faltaba. Era saborear la vida", asegura.
El dulce recuerdo del hogar.
 
 
 
la voz del pueblo - 20/10/2013
Un sueño misionero

 
"La idea de construir un orfanato para niños nace en el corazón del pastor Roberto Elder, en 1917, aunque no lo alcanzó a ejecutar, ya que en el 1918 tomó su año sabático, y la construcción se culminó tiempo después, en manos de su sucesor, el misionero Guillermo Cook", explicó el pastor Héctor Juan Medina, a cargo hoy de la Iglesia Evangélica de la Unión. Así fue que merced al apoyo de toda la comunidad tresarroyense, el 18 de diciembre de 1919 fue inaugurado el edificio.
"Uno de los colaboradores más generosos fue don Juan B. Istilart, quien incluso tuvo a su cargo uno de los discursos durante la inauguración del hogar. En su alocución, él le pidió a las autoridades municipales de entonces que quedara asentado en el Libro de Oro de Tres Arroyos el nombre de Guillermo Cook por la obra que le estaba entregando a la ciudad".
Una vez inaugurado, con sus cómodas instalaciones y con capacidad para unos cincuenta niños, la iglesia siguió manteniendo el hogar a través de los fondos que la misión le enviaba desde Gran Bretaña. Pero allá por 1925 no pudo seguir haciéndolo, y la congregación local tampoco tenía los recursos económicos como para seguir haciéndose cargo del orfanato. "Con mucho dolor, según los datos históricos que tenemos, se transfirió al Ejército de Salvación. Dicen que el día de la cesión fue una jornada de llanto, porque la iglesia se desprendía de uno de sus hijos más preciados", contó el pastor Medina.
Presentes en Tres Arroyos, también, desde principios de siglo, los salvacionistas se hicieron cargo de la institución respetando el único requisito que les habían impuesto sus hermanos evangélicos: que el orfanato siguiera cumpliendo la labor para la que fue construido.



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