domingo, 9 de noviembre de 2014

vecinos de claromecó, don mario reynoso

la voz del pueblo - 09/11/2014
El pan, el legado de don Mario Reynoso
 
La panadería Bel-mar celebró sus seis décadas de trayectoria en octubre
 
La frase "el pan nuestro de cada día", más allá de la connotación estrictamente religiosa, evidencia un trabajo arduo. Para que todos los días haya pan en la mesa de la gente, hay personas que de madrugada comienzan con una tarea que se repite jornada tras jornada a lo largo de los años. Si ese rubro se desarrolla en una localidad turística como Claromecó, los esfuerzos se redoblan. Muchísimo trabajo en verano, y en invierno hay que luchar, buscarle la vuelta para continuar y salir adelante.
El pasado mes de octubre Panadería y Confitería Bel-mar cumplió 60 años brindando ese servicio, el pan de cada día en la mesa claromequense. 60 años de esfuerzo constante de la familia Reynoso. 60 años en los que siempre buscaron el crecimiento, y tuvieron una premisa: el producto. Inalterable, el mismo todos los días, con una calidad suprema. El pan, las facturas, los alfajores, las confituras y, por supuesto, las galletas marineras, esas que son famosas y que incluso han traspasado las fronteras argentinas.
Fue un 23 de octubre de 1954 cuando Mario Reynoso junto a su esposa María C. Cufino y sus hijos Mario y Marta llegaron a Claromecó provenientes de Necochea. Adquirieron el comercio de panadería de Abelardo Guido, en avenida 26 N° 361, y a partir del 1º de enero de 1955 el negocio ya comenzó a llamarse Bel-mar.
No se elaboraba pan todos los días en Claromecó. No había asfalto, ni médico, ni farmacia, no había siquiera luz eléctrica por las noches. Pero don Mario Reynoso no bajó nunca los brazos, confió plenamente en el potencial del lugar, le tuvo fe, y puso todo su empeño y perseverancia en lograr el objetivo. Debió equipar la panadería con nuevas máquinas, hacer refacciones en el local, y trabajar, todos los días, sin descanso.
Cinco años después, en 1960, abrió una fiambrería, La Sureña, en comunicación con la panadería. Se dedicaba a la venta de quesos y fiambres de primera calidad y vinos. También fue un éxito, por lo que tres años después Reynoso encaró un ambicioso proyecto y remodeló el local por completo. Siempre atento a la calidad del producto, a que el pan sea el mismo todos los días, sin excusas.
Pero no fue la panadería la única actividad de Mario Reynoso. Se destacó por ser un gran colaborador en varias instituciones locales, en las que puso el mismo empeño y trabajo. Fue fundador del Claromecó Pesca Club, fue parte activa del Club Recreativo Claromecó, en la Liga de Comercio, fue presidente de la Asociación de Fomento, de la Asociación Cooperadora de la Escuela 11 y del Instituto Secundario. También cumplió tareas en varias oportunidades como delegado municipal. En 1962 fue designado en dicho cargo durante la gestión del intendente Julio O’Lery. En 1968 lo volvió a hacer, esta vez con Abel del Vecchio y posteriormente con Oriente Blas Calabrese como intendentes. Fue convocado nuevamente en 1980 en la gestión del intendente Carlos De Leo, y lo hizo por última vez en 1983 bajo la intendencia de Carlos Borioni. Siempre con una honradez total, e idoneidad en el cargo, no es casual que varios intendentes lo hayan designado al frente de la entonces delegación municipal. Mario siempre tuvo en esta y todas sus tareas, el apoyo incondicional de su familia.
Y justamente, a su familia, le fue marcando el camino. Por eso en 1987, su hija Marta y su esposo Carlos Urrutia comenzaron a participar de la sociedad, aplicando las enseñanzas que habían recibido de don Mario, y del trabajo propio que habían desarrollado en la panadería. Siempre con el afán superador y de crecimiento, llegó la etapa de las sucursales. Se instaló una en calle 7, luego en Dunamar, en calle La Pampa, y en años posteriores en avenida 27 entre 36 y 38.
En 1996 Marta y Carlos tuvieron otra iniciativa importante. Decidieron cerrar la casa de regalos que funcionaba contigua a la panadería, y encararon un proyecto muy ambicioso para la época. Se realizó una modernización completa del local, un trabajo de avanzada que en aquellos años llamó poderosamente la atención. El negocio cambió por completo, por dentro y por fuera, ya que se hicieron refacciones totales también en el interior de la panadería. Paralelamente se tomaron cursos de confitería y pastelería en Mar del Plata, ya que la oferta se amplió y Bel-mar comenzó a ofrecer nuevos productos, sumados a los ya tradicionales. Se incorporó también la cafetería, toda una novedad para la época. El impacto en la comunidad de aquella remodelación que hoy sigue vigente fue tal, que algunas personas hasta consideraron la posibilidad de dejar de ir ya que les parecía un lujo tener una panadería así, y pensaban que los precios se incrementarían. Comprobaron luego que no era así, que las reformas eran una manera de agradecerle a Claromecó todo lo que le había brindado a la familia Reynoso.

La tradición continúa
Don Mario Reynoso falleció en 2004, el 28 de julio, cuando ya estaba alejado del negocio. Dejó un legado y un ejemplo a seguir, de perseverancia, trabajo y fe en los proyectos. Marta y Carlos continuaron con la tarea, ya con la participación de sus hijas y su yerno. Es decir, que la tradición familiar continúa. De hecho está comenzando la transición hacia la tercera generación. Marta y Carlos ya tienen pensado el retiro, de a poco quieren alejarse de las tareas y comenzar a disfrutar un poco más. Y así continuará la historia seguramente, con la gente concurriendo a Bel-mar para encontrar todos los días la misma calidad, en el pan, las facturas, los alfajores, las marineras, y todas las especialidades. Porque pasaron ya 60 años, pero el objetivo que tenía Mario Reynoso el 23 de octubre de 1954 sigue siendo exactamente el mismo: el pan de cada día.

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