jueves, 19 de junio de 2014

adiós don ángel fangauf

Claromecó
la voz del pueblo - 19/06/2014
Murió Angel Fangauf, insignia de Dunamar
 
En la década del 50 aceptó la propuesta de Ernesto Fridolín Gesell para dedicarse a la tarea de fijación de médanos y a forestar. No había vegetación y abundaba la arena. Con perseverancia llevó adelante una misión que permitió convertir un desierto en un vergel, una de las epopeyas más grandiosas que conozca la historia lugareña
 
Muchas veces suele utilizarse la palabra "grande" o "maestro" livianamente. Casi a cualquiera suele endilgársele algunos de los títulos mencionados. Pero ayer se fue un grande de verdad, una leyenda viva de Claromecó y Dunamar.
A la edad de 91 años falleció Angel Helmer Fangauf, el pionero del Barrio Parque Dunamar, aquel que con sus manos y empeño creó un vergel donde antes había un desierto.
Don Angel, como siempre se lo conoció, había nacido en la capital federal en 1922. Era hijo de inmigrantes europeos, su padre era un especialista en floricultura, y por esa razón era conocido del padre de los hermanos Gesell. Siendo Angel un niño, su familia se trasladó al Alto Valle de Río Negro, pero tanto él como sus dos hermanos contrajeron la tos convulsa. El consejo médico fue pasar algún tiempo en la costa atlántica para la cura de la enfermedad de los chicos. El destino hizo que ese lugar fuera Claromecó, más precisamente en un sector de la ex estancia San Francisco.
Pero no es ese el comienzo de la historia, o mejor dicho, es el principio de un relato que años después finalizaría en Claromecó. La familia Fangauf se trasladó luego a las sierras de Córdoba, más tarde a Calingasta, en la provincia de Catamarca. Allí fue donde Angel se independizó de su familia, por lo que fue a vivir a San Luis. Más adelante se trasladó nuevamente a Córdoba y allí nuevamente el destino, las vueltas de la vida: conoció a quien sería su esposa, Isabel Gesell. Este es el punto preciso en que la historia sufre el quiebre definitivo. Su suegro, Ernesto Gesell, le propuso ser parte de un proyecto que estaba armando tras separarse de la sociedad con su hermano Carlos (fundador de Villa Gesell). El plan era nada más ni nada menos que Dunamar.
Un recién casado Angel Fangauf tomó entonces la decisión que cambiaría su vida y en consecuencia la de muchísima gente que luego disfrutó -y disfruta- de su obra. Lo pensó sólo dos días, aceptó y emprendió una de las epopeyas más grandiosas que conozca la historia lugareña. La gestación de Dunamar "había que encararla con todo y sin contemplación", dijo alguna vez don Angel en diálogo con LA VOZ DEL PUEBLO. Y así fue nomás, años y años dedicados a la plantación, a luchar contra los insectos, el clima, todas las contingencias posibles. Un trabajo verdaderamente full time, sin feriados, sin vacaciones, nunca.
En un principio Fangauf debió fijar la arena en la zona urbana, ya que la venta de lotes había comenzado. Tuvo que fijar dunas que avanzaban hacia el este, hacia el arroyo. Pero todo lo realizado era tapado por los médanos, entonces se tomó la determinación de hacer la gran forestación hacia inmediaciones del Médano Blanco, para que sirviera de contención al barrio parque. La gran aventura comenzó en el oeste, con el objetivo de que las dunas se fuera desplazando sin llevarse toda la arena. De a poco se cumplió el plan y las dunas se fueron desintegrando en terreno pedregoso, es decir, infértil, y el resto comenzó a ser suelo apto para la vegetación, especialmente la acacia trinervis, que fue lo que se implantó.
La faena de don Angel consistió en conquistar un desierto, ni más ni menos, trabajando con paja de lino y rastrojos de otros cereales. Al crecer los primeros árboles, dio comienzo la otra gran tarea: poda y limpieza. Con las ramas se siguió frenando la arena y, entre medio, comenzaron a plantarse pinos. Y al pie de las dunas, donde hay más humedad, tamariscos.
Fue un trabajo de todos los días, con don Angel a la cabeza de un grupo de obreros que recorría permanentemente el predio.
Todo este trabajo en un principio se hacía sin siquiera un puente entre Claromecó y Dunamar. El arroyo se cruzaba en bote y Ernesto Gesell tuvo que vender una embarcación para costear el primer puente.
Laborioso hasta el último instante
Don Angel reconoció tiempo atrás que el resultado definitivo superó sus expectativas y llevó menos tiempo que el pensado. Es decir, que cuando dijo sí a aquella propuesta sabía perfectamente que el emprendimiento le llevaría la vida entera. Hasta no hace mucho tiempo se lo veía a don Angel en su bosque, combatiendo insectos y trabajando en la prevención de incendios, una de sus grandes prioridades del último tiempo.
Fangauf participó en distintas etapas de la Sociedad de Fomento de Dunamar y era fuente permanente de consulta de vecinos e instituciones. Guió en la plantación de tamariscos de la plazoleta de El Reloj de la avenida Costanera y siempre estuvo dispuesto a brindar su enorme conocimiento sobre la forestación de la zona. Dedicó su vida a Dunamar, a su esposa Isabel y a sus dos hijos: Carlos y Rodolfo.
En marzo de 2007 su nombre apareció en la sección policiales, ya que sufrió un lamentable robo a mano armada, donde incluso fue golpeado por los maleantes. El hecho movilizó a toda la población, que no dudó en reclamar airadamente a las autoridades. La gente no concibió que la inseguridad atacase a un emblema de la localidad como don Angel.
El 30 de diciembre de 2012 se cumplió un acto de verdadera justicia. Aquel día, la Sociedad de Fomento de Dunamar inauguró la Plaza Don Angel, en homenaje a Fangauf. Allí estuvo el homenajeado, como uno más entre los presentes y, por supuesto, no dudó en tomar la pala y colaborar en la colocación de cartelería indicativa.
Los restos de Angel Fangauf serán inhumados hoy a las 11 en el cementerio municipal sin velatorio previo. Punto de encuentro en la necrópolis.

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