viernes, 20 de junio de 2014

20 de junio, día de la bandera

la voz del pueblo - 20/06/2014
Manuel Belgrano
Postales del creador de la bandera
     

El nombre más respetable de la hora, en aquel 1812, era el de Manuel Belgrano. El abogado, ideólogo y economista, periodista, humanista y promotor ambiental estaba al frente de un ejército que ansiaba luchar, pero que, al mismo tiempo, debía enfrentar al "histérico timorato" de Rivadavia que le había ordenado batirse en retirada a como diera lugar "aun cuando la victoria se declarase por nuestras armas". Belgrano recibía los oficios uno tras otro obligándolo a la retirada, pero el militar improvisado y brillante se convenció de que era preferible ser derrotado por el invasor a convertir a su ejército en una sombra "por el oscuro desastre de una retirada". El último mensaje era bien claro: Belgrano debería retirar su ejército so pena de ser pasado por las armas y Rivadavia tenía varios antecedentes en tal sentido. Pero Belgrano no cejó: desobedeciendo órdenes directas, presentó batalla y obtuvo su resonante victoria de Tucumán, la llamada "sepulcro de la Tiranía". En esa batalla se salvaba no sólo la cabeza de Belgrano, sino también a la Revolución misma. Mientras tanto, en Buenos Aires -y sin saber el resultado del enfrentamiento- Alvear, Monteagudo y San Martín cansados de las políticas probritánicas y los "fernandeos" del Triunvirato, pusieron al gobierno, por golpe de Estado, a la Logia Lautaro. Así Belgrano había servido, como militar y en la distancia, a la consolidación del proyecto emancipador de 1810 rumbo al 9 de julio.

Amo y señor de una fortaleza moral indiscutible, Manuel Belgrano, se yergue así como pilar providencial en la primera hora de la Historia de nuestro país y que le dio a la nueva Nación su pabellón, también desobedeciendo las órdenes directas de Buenos Aires.
Dueño de modales refinados, fue hasta tratado de homosexual aun en su época. Manuel Dorrego fue "exiliado" a Santiago del Estero por San Martín por haberse burlado frente a él de Belgrano. El embarazo de María Josefa Ezcurra y el nacimiento de Manuela Mónica del Corazón de Jesús Belgrano, lo puso frente a frente a su rigor religioso de vida. Lo mismo le pasó con su otro hijo, Pedro Pablo.

Ilustrado, activo y recto, recibe el 8 de marzo de 1813, de la Asamblea Constituyente, cuarenta mil pesos como premio a sus victorias y en un gesto admirable para la Historia, Belgrano dona la totalidad del importe para la creación de cuatro escuelas... que nunca se hicieron.
Sus pasos cortos y siempre veloces, su voz aflautada y el uso de vivos verdes en su uniforme le valieron el mote de "Cotorrita" por parte de sus soldados y en su mentalidad, el rigor del ejército debía ser casi monacal. Y preocupado porque se sucedían los episodios de juego de baraja, el propio Belgrano realizaba inspecciones solitarias, nocturnas y sorpresivas. Cierta noche ve lo que parece un amontonamiento de gente cubriendo una luz. Se acerca sigiloso y verifica que eran soldados que jugaban clandestinamente, pero que en la abstracción del juego no se percataron que tenían a un participante más. No veía rostros, sólo veía manos que manejaban naipes y dinero, y percibe una de ellas que era más delicada que las otras: había un oficial entre los jugadores. Decidido a averiguar quién era, quiere inclinarse y para ello apuesta: saca una moneda de plata y, cambiando lo más posible la voz, dice "¡A la sota!", pero al estirar la mano, uno de los soldados ve los adornos verdes y grita "¡Cotorrita!", y de inmediato alguien sopla la vela. Belgrano, tras el desbande, se quedó solo y a oscuras... pero más allá de las anécdotas, su rigor le valía el afecto y el respeto de la soldadesca de la Patria.

Le escribe a San Martín desde Jujuy en la navidad de 1813: "? No tengo, ni he tenido, quien me ayude..." y terminó solo... y en esa soledad recibe el 20 de junio: la noche más larga del año. En ese día de 1820, en el que Buenos Aires tuvo sus tres gobiernos en un día (Ramos Mejía, el Cabildo y Soler), y con cincuenta años de edad, en la extrema pobreza y en el mismo cuarto de la misma casa donde había nacido, Manuel Belgrano ingresaba en la eternidad como prócer fundacional de la Argentina. Pero en sus días finales no tuvo reconocimiento. Le debían 17 meses de sueldo y aun así quiso pagarle los servicios a su médico, el Dr. Rengler con su reloj porque, le dice al médico, se sentía morir. En extrema modestia y en total aislamiento, moría Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano, el hombre que vive siempre en el corazón de los argentinos, el hombre que, según Mitre, "lo dio todo sin pedir nada..."



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