la voz del pueblo - 14/01/2013
Tanguito Feroz
Hace tres décadas, luego de ser víctima de la banda del Gordo
Valor, Carlos Badano decidió dejar todo en Buenos Aires, eso incluyó cerrar una
fábrica con 60 obreros, para comenzar una nueva vida en Reta.
El creador de Che
Tango, relata una historia cruzada con la creatividad, la delincuencia, la
nostalgia y la amistad
El 2x4 inunda todas las noches de la temporada la hostería
de quien confirma que "los lunes, martes y miércoles va a venir a cantar Roberto
Ayala, el mejor cantor de tango que hay en Argentina
Por Patricio Elías
El Gordo Valor
"Hasta que un día, unos muchachos que ahora leen la Biblia, la banda del Gordo Valor, me asaltaron en la fábrica y casi me matan. Eso me dejó muy mal y me vine a radicar acá", recuerda todavía con dejos de indignación y de dolor. Y agrega: "Eran ocho personas, me golpearon, me amenazaron, me hicieron de todo. Me sacaron toda la plata, pero querían más y más. Yo ya estaba construyendo acá, así que con ese detonante cerré la fábrica, y me vine. Hace un par de años que vendí los galpones y ya no me queda nada. Es más, no quiero ir más a Buenos Aires. Fijate, acá no tengo ni rejas, es un lugar hermoso, pasivo pero lleno de vida", comenta entre resignado y satisfecho por el lugar que eligió para iniciar su segunda vida. "De pibe había tenido una cantina en Gualeguaychú, algo que me gustaba. Alternaba la metalúrgica y la carpintería siempre con algún bolichito, me gustaba este tema", dice con voz tanguera y jerga de arrabal, para intentar explicar por qué puso una hostería cuando había tenido una exitosa fábrica de puertas y ventanas. "De pibe tuve el sueño de cantor. Después me di cuenta que era un buen carpintero (risas). Pero bueno, me gusta y vivo con el tango desde pibito", dice. "Mi vieja me decía ¡Tanguito!, ¡Che Tanguito! Es que de chico yo cantaba a dúo con Magaldi", recuerda entusiasmado, al ser consultado sobre el nombre de la firma que creó en el balneario. "En el fondo de mi casa había un quincho, yo cantaba con un combinado de mi viejo y mi vieja me espiaba para que no hiciera ninguna macana. Entonces, para llamarme me decía Che... tango?. Entonces, cuando me vine acá las calles no tenían número ni nada, las direcciones se conocían por la casa de García, la casa de Pérez, y bueno para que mi vieja se pusiera contenta le puse Che... tango? y la emocioné mucho", explica emocionado.
Para chuparse los dedos
Su mamá no sólo tuvo mucho que ver con el nombre del emprendimiento, sino también con una de las especialidades de la casa: los alfajores. "Mi abuelita hacía dulce de leche, galletitas y alfajores. En consecuencia, mi mamá aprendió todo eso y cuando había un cumpleaños de un cliente, de una prima o de alguien, siempre le pedían sus alfajores. Así que mi vieja siempre nos llevaba los alfajores a todos lados. A nosotros nos tenía repodridos", cuenta entre risas. "Cuando empecé a hacer esto (la hostería), yo todavía estaba en Buenos Aires y mi mamá venía con mi ex señora y vendían alfajores. Y, sin que la gente los conociera, a escondidas mías vendieron 500 medias docenas en la primera temporada. Cuando me enteré, las saludé, les hice cajitas y así nació la fábrica", sostuvo. "Che... Tango? no pega en nada con la costa, se podrían llamar Alfajores Marinero, pero bueno quedó así en referencia al nombre de la hostería", comenta el entrevistado, quien asegura que en la última temporada se vendieron 18.500 docenas. Si ese número por sí solo suena fuerte, lo más interesante es que sólo los vende en Reta. Son alfajores de dulce de leche bañados en chocolate negro o blanco. "Te digo la verdad, hasta me pongo colorado, pero soy de perfil bajo y prefiero que no se conozcan mucho", revela. Igualmente, por el abundante y rico dulce de leche con el que están hechos y algún otro secreto que no devela el emprendedor, los alfajores traspasaron las fronteras del balneario.
Sólo amigos
"Acá si no sos amigo no entrás", comenta el dueño de Che Tango, quien en varias oportunidades debió interrumpir la entrevista para saludar a sus huéspedes, quienes por lo que se observa más que clientes son amigos de Badano. Si bien la vida lo hizo tener que irse de su terruño por una cruel situación y más allá de haber perdido a uno de sus cuatro hijos, a los 62 años Badano se muestra "más que satisfecho" por la segunda oportunidad que le dio la vida en Reta. "Mis hijos están en Buenos Aires, están bien, tienen su casita, su autito, tienen un buen trabajo, vienen a vacacionar acá y yo espero vivir muchos años, disfrutar de mis nietos (alarga la palabra), que son tres solcitos y de mis amigos, que por suerte es lo que Reta y la vida me han regalado", dice con la nostalgia típica de un buen tango. Aunque para él, "el tango también es vida. Y la vida está llena de amigos". Como Che Tango.
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