la voz del pueblo - 14/06/2014
Se cumplen 28 años de la muerte
de Borges, el genio indiscutido de la literatura argentina
Un día como hoy hace casi tres décadas atrás, el autor de El
Aleph fallecía en la ciudad suiza de Ginebra y entraba en la inmortalidad. En
esta nota, un repaso por su inimitable estilo y su fascinante biografía.
Por:
José Loschi
Para un escritor como Borges, que fantaseó en su obra con la inmortalidad,
no debe haber mayor consuelo que convertirse en uno de los autores más
citados y releídos de la historia universal. Una abstracción que la
realidad parece cumplirle.
También, reiteradas veces, imaginó la muerte, en un duelo en los suburbios
de la ciudad o en el laberinto de una ingeniosa trama, hasta que por fin le
llegó definitiva –al Borges de carne y hueso- un 14 de junio de
1986. Hoy se cumplen 28 años de aquella fecha, que ya no pudo
modificar.
En sus años de juventud, cuando daba los primeros pasos como escritor al
calor de las vanguardias europeas, Borges tuvo la picardía de falsear su fecha
de nacimiento. Venido al mundo en 1899, se presenta como nacido
en 1900. La alteración, advertida por Alan Pauls, es sutil pero significativa.
Ese año que se quita le permite perfilarse como hombre moderno.
El gesto conforma un carácter y un estilo que desarrollaría luego en sus
libros. Ya están ahí el desafío como núcleo del relato ("Hombre de la esquina
rosada", e incluso "El Aleph" es un desquite) y una relectura y reescritura
original del pasado que renuevan la tradición ("Pierre Menard, autor del
Quijote", "Kafka y sus precursores" y su rescate de la poesía gauchesca).
Más tarde terminaría corrigiendo sus vicios juveniles. No sólo la
pretensión de ser moderno, que lo había llevado a exaltar la Revolución
Rusa en una colección de poemas que después destruye. Sino también
aquella pretensión de ser argentino que lo conduce al temprano abuso de
criollismos.
Olvida su simpatía por Rosas y el nacionalismo popular de
Yrigoyen, así como el encendido prólogo que ofrece a un poema
de Jauretche. Borges para entonces ya está en camino de
convertirse en un clásico: rehúye la expresividad del artista romántico, "no
escribe los primeros contactos de la realidad, sino su elaboración final en
concepto". La omisión y el disimulo son sus banderas literarias.
El antiperonismo del autor, que en 1946 le cuesta su
puesto de bibliotecario municipal por sus manifestaciones públicas, también
puede leerse en el juego de contrastes que postulan sus páginas: frente a la
cultura del inmigrante italiano sostiene la vieja costumbre porteña de hablar
bajo, al sentimentalismo del tango le opone el coraje de la milonga.
Esta configuración anacrónica es difícil de sostener en medio de las
profundas transformaciones del siglo XX. Y sin embargo, este Borges polémico,
pendenciero, se integra a la cultura de masas y tiene la virtud
de reflejar una imagen suya más mundana, a salvo de la pesada sombra que cae
sobre sus laureles.
Como si de una ironía suya se tratase, sus frases son dichas hoy por los
mismos peronistas. "Una vez fraguada una imagen, esta constituye un bien
público", sostuvo alguna vez Borges. Es obra de sus lectores mantenerlo
vivo.
Infobae.com
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